Fue detenido antes de la aparición del original y aceptó 4 meses de cárcel
03 nov 2012 . Actualizado a las 07:02 h.El organista de la catedral de Santiago, Joaquín Barreira, fue desde el principio uno de los sospechosos del robo del Códice Calixtino. Acostumbraba a tocar de noche en la basílica y tenía acceso a casi la totalidad del recinto, lo que le señalaba. Fue por ello que la policía «le apretó las tuercas», en palabras de un miembro de la investigación. La sorpresa fue que el músico no tenía el famoso libro, pero sí admitió haberse llevado de la basílica uno de los facsímiles, valorado en algo menos de 3.000 euros, por lo que fue detenido y, tras su confesión, aceptó una pena de cuatro meses de prisión, que no cumplió por carecer de antecedentes.
Todo esto sucedió en febrero, antes de que el Códice apareciera en julio en un garaje propiedad el ex electricista de la catedral, Manuel Fernández Castiñeiras, que sigue en prisión y que confesó haberse llevado el libro. La causa fue archivada y no se considera que forme parte del sumario del famoso robo. Fue, simplemente, una actuación paralela fruto de las pesquisas como otras que se han llevado a cabo y que aún no han dado resultado. Todas ellas enmarcadas en el enorme descontrol que existía en la catedral de Santiago, donde muchas personas tenían acceso al archivo o al dinero de la recaudación de los cepillos y limosnas. Uno de los miembros de la investigación llegó a calificar muy gráficamente la situación con la frase «era como investigar quinientos delitos a la vez».
Para estudiar la música
El organista aseguró en sus declaraciones que había cogido el facsímil del Calixtino para estudiar su música y que, si bien inicialmente lo dejó junto al órgano, dentro de la catedral, un día decidió llevárselo a casa para trabajar con él. Reconoce que se lo llevó sin permiso y que cuando se produjo el robo del libro no dijo nada porque tenía miedo de que sus explicaciones no resultasen creíbles y la policía lo señalase como el autor del robo. Tampoco se atrevió a devolverlo sin que nadie se percatase, ya que las medidas de seguridad se habían reforzado.
La copia del Códice que se llevó el organista estaba, junto a otros ejemplares de la misma serie, en un cajón de una estancia situada entre la sala de investigadores y el despacho del archivero. Tras ser descubierto, Joaquín Barreira se mostró en todo momento muy colaborador e incluso explicó a la policía cómo habrían podido burlarse las medidas de seguridad de la catedral compostelana, información que fue útil a la hora de reconstruir los hechos que rodearon al robo.