La tormenta perfecta de Dylan

darío manrique MADRID / COLPISA

CULTURA

EFE

«Tempest», el nuevo álbum del músico de 71 años, sale mañana a la venta

10 sep 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Un nuevo disco de Bob Dylan siempre es un acontecimiento. No es un superventas, pero su estatura mítica lo coloca en un lugar del Olimpo cultural inaccesible para la gran mayoría de los músicos de la era del rock.

Pocas sorpresas se pueden esperar de un álbum de Bob Dylan, pero eso no es negativo cuando se constata lo obvio: Dylan hace lo que le da la real gana y lleva más de una década sin patinazos discográficos, entregando trabajos conservadores pero sólidos. Para Tempest se ha autoproducido usando su seudónimo habitual (Jack Frost) y se ha rodeado de los instrumentistas que lo acompañan de gira, con el añadido de David Hidalgo, de Los Lobos. Dentro de una sencilla producción, diseñada para que la voz y las letras que esta entona tengan lugar preeminente, Tempest está pintado con tonalidades sepias: como si los últimos 50 años de música no hubieran tenido lugar en su universo, Dylan se centra en el folk, el blues y el country de la primera mitad del siglo XX, tirando en ocasiones de referencias muy claras. Así, Duquesne Whistle, el primer sencillo, parece una de las canciones ferroviarias que grababa su admirado Jimmie Rodgers, mientras que la base de Early Roman Kings parece calcada del Hoochie Coochie Man de Muddy Waters.

¿Se le puede acusar de plagio? En absoluto. Bob Dylan se ve a sí mismo dentro de la tradición de los trovadores errantes que recogían melodías y relatos por el camino para adaptarlas a sus gustos y circunstancias. Ocurre en Tempest con algunas de las historias que se cuentan, como la de la torrencial canción que da título al álbum, 14 minutos en los que retoma el hundimiento del Titanic, tema recurrente en el cancionero folk norteamericano. Pero, Dylan siendo Dylan, lo actualiza a su gusto añadiendo una alusión a Leonardo DiCaprio.

En su álbum número 35, pese a un tierno homenaje a John Lennon (Roll on John), abundan las tragedias (Tempest, Tin Angel), la venganza (Pay in Blood) y la cruel invectiva amorosa (Long and Wasted Years).

El parecido del título con el de la última obra escrita por Shakespeare causó cierto revuelo: ¿Sería Tempest su último trabajo? Dylan rechazó la idea con un bufido: «La obra de Shakespeare se titulaba La tempestad, el disco es Tempestad a secas. Son dos títulos diferentes».

Las sorpresas llegan en aspectos secundarios. Por ejemplo, la inesperada presencia de dos de los temas del disco en la serie Strike Back: Vengeance. Los productores de cualquier serial de calidad -de Breaking Bad a Boardwalk Empire- hubieran matado por contar con una de sus nuevas canciones, pero él decidió vendérselas a una serie de acción bélica sin el glamur de las nombradas. ¿Por qué? Porque es Bob Dylan.