Stradivarius sonó en Santiago

CULTURA

Rumanía pretende acabar con los prejuicios sobre sus habitantes con este tipo de actuaciones

14 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Ver un Stradivarius a menos de un metro de distancia impone, impone mucho. Pero parece que tocarlo no inspira más respeto que otro violín cualquiera. Al menos, eso es lo que asegura Alexandru Tomescu, quien ayer ofreció un concierto en Santiago con un Stradivarius de 1702 entre sus manos. «Es como tocar un violín cualquiera», explicaba este músico minutos antes de salir al escenario del Auditorio de Galicia. De hecho, él ya está acostumbrado a afinar las cuerdas de joyas de la artesanía. «Tengo otro violín que es de 1702».

Ayer, hacia las 20.00 horas, los compostelanos ya se agolpaban a las puertas del Auditorio para disfrutar de una oportunidad única en la vida: escuchar el sonido de un instrumento que es patrimonio de Rumanía. «El ministro de Cultura tuvo que firmar la orden para que pudiese traerlo aquí», recordó Alexandru Tomescu. Lo tiene cedido durante cinco años y con el concierto de ayer, que incluía piezas como la Suite italiana de Igor Stravinski, seis Danzas rumanas de Bela Bartok o la Sonata de Maurice Ravel, entre otras piezas, los rumanos pretendían tender un puente de culturas y acabar con ciertos prejuicios que en la Europa occidental se tiene de ellos y que «no tienen base al ser creados».

Por lo demás, tranquilidad absoluta. Acompañado de Horia Mihail, el pianista con el que daba el concierto, Alenxandru se preparaba en los camerinos. «Este violín lo tuvo durante 40 años Ión Voicu, pero murió», recordaba. Después, pasó diez años en reposo, guardado a la espera de que otras manos expertas pudiesen arrancarle unas notas de su cuerda. Ese momento llegó y ahora lo tiene Alexandru, que viaja siempre con él. «Siempre lo llevo encima», recalca. Igual que hace con cualquier otro instrumento. Ayer entró por el Auditorio con el Stradivarius a la espalda.

¿No tiene miedo a que se rompa? Ninguno. «Está hecho para dar conciertos, puede aguantar mil», bromea. Mil son los que él también quiere tocar. Por el momento lleva más de 100.