Existen algunas «complicaciones» con la adaptación de beneficiarios de viviendas, según fuentes municipales
05 jun 2018 . Actualizado a las 12:06 h.Personas que colaboran con el equipo municipal de Acceso al Hábitat Digno reconocen que no está siendo nada fácil la adaptación de algunos realojados de la conservera Celta. Hasta el momento han conseguido que 13 familias, con 22 niños, abandonasen el asentamiento, pero con alguna de ellas «hay problemas». La convivencia con el resto de vecinos es buena, pues hasta el momento no se ha producido conflicto alguno, lo que falla es que «no se acomodan a la nueva situación».
La semana pasada, uno de esos realojados reconocía a La Voz que no se adaptaba al piso, al que solo iba a dormir, y no siempre. El día lo pasa en el asentamiento junto al resto de la familia. No solo porque se dedica a la chatarra y necesita un espacio para tratarla, algo que no le ofrece una vivienda, sino también porque, según explicó, «aquí nací y aquí me encuentro a gusto».
Uno de los informes realizados por el equipo municipal de Acceso al Hábitat Digno en el que detallaba la evolución de su trabajo se admitía que existen varias complicaciones a la hora de conseguir que las familias dejen el que ha sido su hogar durante años, en un asentamiento precario, para hacerse cargo de los gastos y las responsabilidades derivados de una vivienda normalizada.
Trabas iniciales
En un principio, en el verano del 2016, cuando se puso en marcha el plan municipal, las cerca de 40 familias a las que se les ofreció ayuda para vivienda la acogieron con ganas. Pero con matices. La inmensa mayoría se dedica a la chatarra y el que se dedica a eso necesita un lugar para almacenar y trabajar, algo que no se lo ofrece una vivienda en plena ciudad. De hecho, Antonio y su esposa, ya de avanzada edad, rechazaron entrar en el plan. «Me ofrecían una casa más allá de Carral y a mi edad yo quiero estar cerca de mis hijos por si me pasa algo», argumentó. «No se puede coger a alguien que vivió en una ciudad toda la vida y enviarla a más de 30 kilómetros de distancia», añadió su esposa.
Todo esto era bien sabido por los responsables municipales, conscientes además de la falta de formación de sus habitantes, un obstáculo para acceder a un puesto de trabajo normalizado, la única vía estable para que puedan mantener un nivel de ingresos que les permita abonar sin falta sus recibos. Porque los realojados tienen que pagar la mitad de la renta de alquiler, así como los gastos de electricidad, gas, agua y comunidad. Por ello, para formar parte del plan, el chabolista ha de tener unos ingresos fijos mensuales, bien a través de una nómina o una ayuda de la administración.
Desde el Ayuntamiento se quiere destacar «a inxente labor de acompañamento que se realiza con familias que se atopan nunha situación de exclusión residencial co principal obxectivo de mellorar as condicións de vida das persoas».