El oro de la Marina

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

22 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Aquí el mar acaba y empieza la tierra», escribe Saramago en la primera línea de El año de la muerte de Ricardo Reis, mientras el Highland Brigade atraca en Lisboa. En otro puerto, el nuestro, hace unas semanas salía uno de esos cruceros que ocupan el muelle de trasatlánticos y durante unas horas se convierten en gigantes donde viajan, de vuelta a Inglaterra o quién sabe si camino a esa misma Lisboa, los cruceristas que con su pelo generalmente blanco caminan por nuestras calles.

Desde los columpios de la Marina, en una de esas tardes primaverales que nos regaló este ya no tan atípico invierno, abarrotado el parque de voces infantiles y olor a mar, los niños se subían a un barco de mentira, con su timón de pega y su mirador a babor, para despedir con la mano (y a gritos) al crucero que salía del muelle enfilando hacia San Antón. Adiós, adiós, gritaban corriendo hacia el borde del agua, los padres detrás para evitar que la escapada terminase de bruces en el suelo.

El sol aún calentaba y el barco se iba, en los balcones devolvían el saludo los cruceristas. El sol iba bajando y se reflejaba en las galerías, tiñéndolas de dorado. «Llueve sobre la ciudad pálida», escribe Saramago, y aquí donde la lluvia nos acompaña tantas veces, el sol de principios de marzo bajaba para dorar la Marina y despedir al barco. Se perdió de vista el crucero, el sol desapareció detrás de Palexco y con él ese espejismo de primavera: a toda prisa, hubo que poner abrigos a los niños y huir del parque. Pensaba, con una punzada de envidia hacia los jubilados ingleses, en cómo será entrar un amanecer en un crucero en A Coruña, que no imagino pálida como la Lisboa de la novela, sino teñida de naranja y azul.