En esa voz excitada acompañada de una mirada brillante se podía ver exactamente lo que está a punto de encenderse
25 nov 2022 . Actualizado a las 13:47 h.Igual que a lo largo del 2020 y 2021 nos íbamos dando cuenta de que pasaban las fechas míticas sin poder disfrutar de ellas, en esta vuelta a la normalidad a veces nos sorprendemos de estar ahí, haciendo una vida sin distancia social, mascarillas y rituales de higiene. Ya ocurrió en San Juan. Ya pasó en las fiestas de María Pita. Ya lo vimos en la vuelta a los conciertos. Y si no fuera porque en las farmacias y el transporte público se continúa exigiendo el cubrebocas, pensaríamos que la vida en noviembre del 2022 es exactamente igual a la del mismo mes del 2019.
Ahora llega la Navidad. Ya se ve porque en los centros comerciales se encienden los árboles y en el súper se despliega la mesa de los turrones y los mazapanes. También se han erigido las casetas del poblado navideño en María Pita y cuelga el alumbrado festivo en muchas de las calles. Incluso puede que alguno se haya tropezado con alguna prueba de luces, como el otro día que paseando por la plaza de América escuché a una niña sorprendida gritando: «¡Mamá, ya es Navidad!». Y no, no lo era, sino el ensayo de lo que va a ser. Pero en esa voz excitada acompañada de una mirada brillante se podía ver exactamente lo que está a punto de encenderse.
Porque esta Navidad va a ser muy especial. Porque volverá a ser la de cenar sin contar los comensales. La de acabar de copas un día de semana cuando menos lo pensabas. La de la plaza de Vigo desbordada de gente antes de la cena de Nochebuena. La de cabalgatas abarrotadas de niños recogiendo caramelos. La de hacer lo que a uno le venga en gana sin sentirse coartado a cada momento. Así que hagamos caso a esa niña y pongamos exclamaciones y brillo a nuestra vida. ¡Que bien lo merecemos!