El elevado arte de Zimmermann

Antón de Santiago CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

Marcos Míguez

La propia OSG anunciaba esta semana que ya está en su canal de YouTube el estreno de la Cantata Torre de Hércules, excelente música de Aragüés para celebrar al faro milenario

17 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras el necesario paréntesis, la Sinfónica de Galicia volvió al Coliseo. Al frente, su titular, Dima Slobodeniouk. Con él Frank Peter Zimmermann, uno de los grandes violinistas del momento. En atril, el Concierto para violín, de Robert Schumann (1810-1856) y una selección del ballet La Cenicienta, de Sergei Prokofief (1891-1953). La propia OSG anunciaba esta semana que ya está en su canal de YouTube el estreno de la Cantata Torre de Hércules, excelente música de Aragüés para celebrar al faro milenario patrimonio de la humanidad.

Cuando en 1853 a Schumann se le agudizan sus problemas neuronales y profesionales en Düsseldorf, queda deslumbrado al escuchar a J. Joachim el Concierto para violín de Beethoven. Escribe para él obras con ese instrumento como solista: Fantasía y el Concierto. Este es el que ofrecieron Zimmermann y la OSG. Sin perder la musicalidad ni la introspección se entrega Schumann a descubrir la expresividad y el virtuosismo del instrumento. En el segundo movimiento deja constancia de la honda inspiración del que fue uno de los grandes del Lied. En cierto modo, el violín queda «pequeño» en tal recinto, pero Zimmermann lo acrecienta hasta emocionar a un público -esta vez más nutrido- ávido de grandes bellezas. Slobodeniouk encontró el equilibrio.

A causa de la revolución, Prokofief viajó por Europa y EE.UU. Desde tiempos de Diaghilev tenía experiencia en la creación de ballets. Hacia 1940 se estrena Romeo y Julieta y escribe la ópera Guerra y Paz. Y compone La Cenicienta. Su expresión musical navega entre la objetividad y los grandes recursos orquestales. En el cuento de Perrault llevado al escenario hay una dramaturgia que va del folletín (la madrastra que maltrata a su hijastra) a lo feérico (el hada que ayuda a Cenicienta) y la solución final por la nobleza de un príncipe de cuento de hadas. El ingenio y el oficio orquestal dan lugar a lujuriante partitura llena de comicidad, lirismo, tristeza y embeleso. Formidable la lectura de Slobodeniouk en la cambiante articulación rítmica y los juegos tímbricos y el fraseo. Magníficamente secundado por el conjunto y los solistas. Recíproca ovación de reconocimiento entre público y orquesta.