Teo y Teodoro

Vítor Mejuto
vítor Mejuto A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

vítor mejuto

La galería Vilaseco acoge la última exposición de Teo Soriano, fruto del empeño de su padre Teodoro en que la obra de su hijo siga viva

07 ene 2021 . Actualizado a las 17:17 h.

Todas las tardes Teodoro visitaba a su hijo Teo en el estudio. Lo hacía para ocuparse de todas esas tareas ingratas que se desarrollan en el taller de un pintor: entelar un bastidor, aplicar una imprimación o montar un ensamblaje. Teodoro padre era el asistente de Teodoro hijo. No siempre entendía lo que allí pasaba, pero ni siquiera un pintor entiende lo que pasa en su estudio. A duras penas puede convivir con el misterio y la estupefacción.

Un día Teo le preguntó a su padre si era capaz de dibujar una cuadrícula perfecta sobre un lienzo de gran formato que estaba teñido de negro. La idea era que luego él, sobre la cuadrícula, intervendría para acabar de dar cuerpo a la obra. El padre aceptó el reto y, cuando hubo terminado, el hijo se plantó silenciosamente ante el resultado, decidiendo allí mismo que la obra estaba terminada. No es difícil imaginar su característica sonrisa burlona. Es muy aficionado a las travesuras. El padre era la herramienta del hijo y hay algo de relato bíblico en ello, un hermoso acto de fe y de amor incondicional.

Ahora, tras un desafortunado accidente, Teo ya no puede pintar, por lo menos no como antes.

Teodoro es ahora tutor, albacea, custodio y sobre todo conservador de la obra de su hijo, curador en el sentido más amplio. No se me ocurre nadie más adecuado para el puesto: el cómplice sale a la luz desde la oscuridad del estudio.

Para cada obra del legado Teodoro ha construido una caja de cartón a medida. Cartón que ha recogido de la calle. Esto a Teo le encantará porque él mismo obtiene de la calle muchos elementos que pueden acabar en el cuadro o simplemente convertirse en objeto artístico. Teo necesita señalar la belleza en lo más humilde. Los embalajes que ha construido Teodoro, gracias a una extraña transferencia de conocimiento, también tienen algo de objeto artístico.

Además de todo esto, el padre es memoria de la pintura del hijo. Estuvo presente en la elaboración de muchas de sus obras y conoce algunos secretos de su superficie, está familiarizado con los materiales que usaba, con sus procesos de trabajo, con todas las vicisitudes, errores y aciertos que sufre una pintura hasta que el autor decide que está acabada.

La galería Vilaseco acoge hasta el 31 de enero la última exposición de Teo Soriano y es, otra vez, fruto del empeño de Teodoro para que la obra de su hijo siga vigente. Un montaje exquisito de una pintura vibrante y sabia. La obra en papel, que es en Teo una práctica diaria, esta muy bien representada en un políptico de pequeño formato. Teo despacha auténticas joyas con la maestría de un orfebre. Dos grandes telas completan la muestra demostrando que en su trabajo el cambio de escala es natural y por derecho. Se trata de una obra que reclama a gritos un lugar en la historia reciente de nuestra pintura.