«Se te rompe el corazón, están para circular cien años más»

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Han trabajado con los vehículos casi 25 años y defienden que forman parte del legado de A Coruña y no deben perderse

27 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Te daré un dato, en el techo lleva 6.830 tornillos y hubo que apretarlos todos», dice José Fraga, responsable de los tranvías históricos, mientras señala el techo del número 201, restaurado al detalle por su equipo. Luce el amarillo y el blasón de la Torre que adornaban los vehículos del siglo pasado. Suelos de teca, acabados de caoba, soportes originales para los asientos, mecanismos auténticos en las puertas interiores y las ventanas, que se recogen dentro del techo curvo; lámparas florales de triple tulipa, mandos de conducción rehabilitados de General Motors y un motor de corriente continua que revisó pieza a pieza José Ramón Taibo, electricista de la Compañía de Tranvías.

«Se te rompe el corazón, están para circular cien años más», dice Fraga. José Manuel de la Iglesia, el jefe de talleres, asiente. Los tres han dedicado los últimos 25 años a máquinas como la 201, con sus 14 toneladas de estilo clásico que le valieron el sobrenombre de Orient Express.

De la Iglesia recuerda la visita de un especialista alemán, que «se arrodilló» después de conocer los vehículos recuperados por la compañía coruñesa.

Hay cinco que podrían salir a circular mañana. Dos amarillos, el 27 y el 32. Dos azules, el 100 y el 101, modelos lisboetas apodados submarinos por sus formas redondeadas. El jefe de talleres explica que llevan un mecanismo electromagnético para asegurarlos en las pronunciadas cuestas de la capital lusa. La joya de la corona es el 201, restaurado en su totalidad por Tranvías. Quedó listo tras 7.000 horas de trabajo, desafortunadamente poco antes de la interrupción del servicio en el 2011. Los coruñeses apenas pudieron verlo.

El único desperfecto de los modelos restaurados, en los que se implantaron modernas medidas de seguridad sin pervertir el modelo original, son las pintadas que sufrieron durante estos años, a manos de alguien que se coló en las cocheras de la Torre.

La nave y la herrumbre

Las naves construidas por el Ayuntamiento delante de la Torre, en las que también se guardan buses históricos y dos tranvías sin restaurar, son un ejemplo de los defectos de la infraestructura que se han llevado por delante los tranvías coruñeses.

Su interior se diseñó para que funcionase como un museo vivo. Los escolares visitarían la instalación mientras se hacía el mantenimiento de las máquinas, y no perderían detalle gracias a las pasarelas elevadas. Pero toda la estructura es metálica, y el techo, que recuerda a alas de gaviota, acumula agua. Con los años y el salitre han aparecido el óxido y los agujeros. En el interior hay charcos y verdín. En pocos años, si el Ayuntamiento no actúa, todo apunta a la ruina.

«En unos años -lamenta Taibo-, los niños ya no sabrán lo que es un tranvía». Los tres creen que las máquinas deberían exponerse junto a otros vehículos históricos, más aún en la ciudad que abanderó los museos científicos, recuerda De la Iglesia. Pero no son muy optimistas. El Ayuntamiento nunca corrigió los notables defectos de la infraestructura. Tan evidentes que un técnico extranjero se llevó las manos a la cabeza al ver la peligrosa bajada hacia el Rectorado: «Locos, españoles locos», recuerdan que exclamó.

No hubo un punto de inflexión que produjese la segunda despedida del tranvía coruñés. Fue un proceso de «acumulación», recuerda Fraga, el que dio al traste con la millonaria inversión en infraestructura, malograda porque «no había tradición», recuerda De la Iglesia, y no se quiso contar con el asesoramiento de países que sí tenían tranvías funcionando. No ocurrió lo mismo con los vehículos. Para su adquisición y restauración se consultó a expertos nacionales y también portugueses, austríacos o alemanes. Las máquinas en sí apenas sufrieron accidentes o averías. «Están hechas para resistir, son muy robustas», subrayan Taibo y Fraga.

Fueron esos especialistas los que al visitar A Coruña advirtieron de los problemas de la vía, como hicieron los técnicos de Tranvías, pero las anomalías nunca se abordaron en serio.

Un símbolo de la ciudad

Pese a ello, los tranvías circularon 14 años con éxito considerable: «Aún aparecen en muchas páginas de turismo», señala de la Iglesia. En sus mejores días de verano, miles de personas recorrían el paseo en ellos. Pagaban dos euros, un precio incomprensible desde el punto de vista turístico que solo se explica por el deseo del Ayuntamiento, nunca materializado, de acabar haciendo el metro ligero, y que los dejó en tierra de nadie.

En otra encuesta de lavoz.es hecha hace un año, el 71 % de los 3.281 participantes querían que volviesen a circular. «A la gente le encantaban, eran un símbolo de la ciudad», recalca Fraga.