La vida sigue... con mascarilla

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

CESAR QUIAN

La ciudad recobra paulatinamente la normalidad con la mitad del rostro tapado

03 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El primer día del campamento infantil del Ágora había esa sensación de rareza con la que convivimos desde hace meses. Los pequeños, cubiertos tras su mascarilla, decían el nombre del monitor y se colocaban en fila con unas señalizaciones puestas en el suelo con metro y medio de separación. Los padres, fuera, preguntábamos de todo, un tanto escépticos. Al volver a recogerlos, con otro nuevo protocolo, veíamos que había funcionado perfectamente. Eran los campamentos de siempre, solo que con mascarilla. Podíamos estar tranquilos. Otra cosa que volvía a ser (casi) lo que era. Una más. ¡Buff!

Después de la parálisis nos vamos estirando dentro del traje de esta nueva normalidad en la que nos ha tocado vivir. Ya hemos ido a los bares, a las tiendas de ropa y las librerías. También a la farmacia a comprar mascarillas de repuesto e, incluso, algunos han pisado la arena de Riazor con el permiso de la luz verde. Vemos como, poco a poco, todo lo que otrora era habitual en nuestra vida retorna. El martes se celebró el mercadillo de la Sardiñeira con control de aforo. Y el miércoles se volvieron a subir los músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia al escenario. Hoy está previsto el primer concierto de muchos en el Garufa Club y discotecas como el Playa Club o Pelícano abrirán este fin de semana por primera vez.

La ciudad recobra paulatinamente la normalidad con la mitad del rostro tapado. Desgraciadamente, también para lo malo. Ahí está el problema perenne de los okupas. De nuevo explota ante nosotros. Y deja a la ciudadanía perpleja ante lo que ve, escucha y, en algunos casos, sufre en sus carnes. Totalmente desamparados ante el sinsentido, su gesto de incredulidad no hay mascarilla que lo oculte.