La tercera fase no era esto, Steven

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

La segunda fase ha sido un chute de citas, preparadas e improvisadas

03 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos con el chistecito de los encuentros en la tercera fase desde que salió Pedro Sánchez a explicarnos cómo iba a ser esta carrera hacia la nueva normalidad. Ni en sus mejores sueños (o en sus peores pesadillas) se habría imaginado Steven Spielberg que media España estaría citando una de sus obras maestras como si fuesen forofos de la ciencia ficción.

Aunque más allá del título, en realidad da la sensación de que mientras vamos ganando en libertades, nos vamos desquiciando más, como si fuéramos Richard Dreyffus en busca de la montaña perdida, o Melinda Dillon persiguiendo, desesperada, a su pequeño.

A todos nos haría falta, a estas alturas de la segunda fase, parecernos más a Truffaut, con sus gafas de aviador, su código de cinco notas y su envidiable paciencia. Aunque la procesión iba por dentro, claro. Pero esa es otra historia.

Pensaba en las miradas alucinadas de Truffaut y Dreyfuss en los últimos minutos de la película hace unos días, viviendo mis primeros encuentros en la segunda fase. Después de estos larguísimos meses de encierro, una mezcla de teletrabajo y emisora, pequeñas salidas cargadas del estrés (creo que muchos vamos a tardar un poco más en superar esta tara), la segunda fase ha sido un chute de citas, preparadas e improvisadas: un mini paseo sorpresa con una amiga, a más de dos metros de distancia.

La primera caminata a tres por el paseo, buscando los (escasos) huecos que quedaban después de uno de esos días de verano de la semana pasada. La primera tapa de tortilla en una terraza de la plaza de San Pablo. El primer encuentro entre primos delante de la fuente de Curros.

El espacio era suficiente para guardar distancias incluso en horario infantil. Y allí estábamos, dos niños jugando al fútbol ante el palco de la música, una familia completa comiendo helados en un banco, y nosotros, con nuestra bici, esperando para ver a la familia que llevábamos meses sin ver, a pesar de vivir a dos kilómetros exactos de distancia. Qué normal suena todo, ¿verdad? No lo era: todo es más parecido a la película de Spielberg. No hubo abrazos ni besos en ese primer encuentro, como si un hilo invisible tirase de nosotros hacia atrás.

Es una de las sensaciones más terribles de estos días: parece que ya no nos queremos. Por muy poco tocones que seamos, ¿se les ocurre una manera mejor de demostrar las ganas de volver a ver a alguien que darle un buen abrazo? En esta segunda fase nos guardamos los abrazos para casa. Y con esta falta de roce que acumulamos, nos vamos a lanzar a los brazos de los demás como Richard Dreyffus a lo desconocido, bajo la atenta y emocionada mirada de Truffaut.