Ahora es cuando hay que comprar en el barrio

Javier Becerra
Javier Becerra CORONAVIRUS

A CORUÑA

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08 may 2020 . Actualizado a las 19:55 h.

Si el lector de estas líneas regenta un comercio tendrá grabado para siempre ese crujido. Lo sintió en el momento en el que, a mediados de marzo, tuvo que cerrar la puerta de su establecimiento sin saber cuándo volvería a abrirla. Cayó todo. De golpe. La cuota de autónomos, los recibos de agua y luz, el alquiler del bajo, los pagos a proveedores... ¡Zas! En algunos casos incluso los plazos del préstamo. En otros, los paseos por la cuerda floja, haciendo equilibrismo con los ingresos y gastos para encomendarse a un futuro mejor. Y de pronto ahí, en el precipicio de nuevo. Como en la crisis del 2008. Mirando al vacío. Sin saber qué pasará.

En medio de esa situación, que puede llevarse por delante muchos negocios que venían ya muy lastimados de su lucha contra los gigantes de la venta on-line, muchos hicieron algo antes de girar la llave y bajar la persiana. Dejaron un cartel, avisando de los motivos del cierre a unos clientes que, como ellos, quedaban confinados en casa. Además de la explicación, se mandaba un mensaje de aliento, entre el optimismo a la desesperada y la idea de que, esta vez sí, en este barco vamos todos. En las pocas salidas que hacía me gustaba repasarlos. «¡Juntos venceremos!», se lee en uno a lo grande en la avenida Finisterre. «¡Hasta pronto!», escriben en otro en el pasadizo de Sinfónica de Galicia, colocándole unos simpáticos pajaritos rosas. «Saldremos de esta», aparece caminando un poco más en la calle Costa Rica. «Estamos de vuelta en breve», leo en avenida de Arteixo. En todos se repite una palabra: «¡Ánimo!». Ojo, no se trata de una campaña diseñada por un departamento de márketing. Se trata de un impulso salido directamente del corazón de esa gente y que se plasma con un rotulador sobre un papel. Sin más. No pretende aumentar las ventas de un negocio cerrado. Sí dar algo de esperanza.

El pasado lunes varios de esos locales abrieron las puertas. Y daba gusto volver a ver sus luces. Otros las abrirán en breve. Y será una maravilla poder contemplar la vida que desprenden. Algunos, ya estos días, vendían a través de sus redes sociales y lo servían en casa. Y resultó genial poder hacer los regalos de cumples y días de la madre con ellos. Porque, más allá de la adquisición de un producto, todo ello ha servido (y servirá aún más) para ver que somos una comunidad. Que nos necesitamos, más allá de eslóganes y bienintencionadas campañas del Ayuntamiento. Entra en juego el cariño, el mismo que se plasmaba en cada una de las letras de esos ánimos colgados en los escaparates. «Ahora, más que nunca, hay que gastar el dinero ahí», me comenta mi vecina. He oído estos días muchas voces parecidas. Parece como si espontáneamente haya crecido un pensamiento colectivo. Empuja en esa dirección. No hace falta dar muchas vueltas para saber que es la correcta.