¿Pijos somos todos? Cada uno a su manera

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

04 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Esto está lleno de pijas». La frase, pronunciada por una adolescente de 13 años, resuena en un abarrotado local de hostelería de la zona de la plaza de Lugo. En plenos carnavales, merienda con los críos en un espacio plagado de niños y niñas que empiezan a salir solos. Qué fácil es reconocerse en esas chicas que piden en una barra casi por primera vez, que supones que tienen hora de vuelta a casa, como tenías tú, y el dinero contado en la cartera. Esa recién estrenada libertad con la que empiezas una vida social sin tus padres, que en mi caso y el de mis amigas se traducía en una ración de pizza margarita y unas patatas, y en estas niñas, en unas tortitas y un batido de frutas.

¿Pero esto está lleno de pijas? Le pregunto por qué son pijas estas pandillas ruidosas. Y me da un detalle fundamental: los pantalones. Vaqueros algo más largos que tobilleros, con los bajos ligeramente (solo ligeramente) acampanados y ligeramente (solo ligeramente) deshilachados. Al parecer ese modelo es uno de los identificadores del pijerío local para mi adolescente. Eso y la desconfianza con la que se miran entre ellos. Y de nuevo, qué fácil reconocerse en esas miradas de reojo hacia las pandillas que no son la tuya, ese sentido de tribu tan marcado de la adolescencia, bendito sea, que hace que a veces parezcan, sin saberlo, una versión light de los Jets y los Sharks, aunque suenen más a Rosalía que a Leonard Bernstein.

De la merienda con pantalones de campana a la primera jornada de puertas abiertas en un colegio del centro. Pregunta de la adolescente (ya ven que está en racha): «¿Había muchos pijos?». Pues probablemente sí, aunque no he podido identificar los reveladores bajos de los vaqueros. Una amiga baraja otro colegio y reconoce que le echa para atrás el posible pijerío. Esta claro que aquí no tenemos T- Birds o Escorpiones, pero el detector de pijos sigue igual de activo que cuando teníamos 14 años.

¿Son más pijos que nosotros esos padres que estos días comparten dudas sobre los futuros coles? Dice mi amiga que nosotras, en realidad, nosotras también somos pijas. Y de repente recuerdas con una sonrisa que cuando tomábamos aquellos trozos de pizza que sabían a gloria, para las otras pandillas sí lo éramos..., aunque en realidad para nosotras, las pijas eran otras. De otros colegios. De otras zonas. Una de dos, o siempre hay alguien más pijo que tú, o es que ha llegado el momento de redefinir la palabra. Porque está claro que para mi adolescente y para servidora no significa lo mismo. Ni para mi pollo pegadizo ni para mí. Ni siquiera para mi pandilla, donde la única definición que tenemos clarísima es la de quienes eran unos pijos cuando salíamos al mundo por primera vez. Dónde va.