Pedid y se os dará... una arepa (o un rollito)

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Un repartidor de Glovo en la calle Uría de Oviedo
Un repartidor de Glovo en la calle Uría de Oviedo

A los coruñeses nos gusta pedir comida china, sobre todo, pero la gastronomía que más creció el año pasado en la provincia fue la venezolana

15 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cuestión de tiempo que alguien utilice el «pedid y se os dará» como eslogan de una compañía de reparto a domicilio. Si no lo han hecho ya. Repartidores que te compran el cartón de leche en el 24 horas un domingo a las 8 de la tarde. O que te traen a casa una hamburguesa con suerte todavía calentita o un ramen vegano. O una tortilla, o unos tacos, o una bandejita de sushi. Que no, no estamos cerca aún de ese tráfico sorprendente de bicicletas con mochilas isotérmicas de Madrid o Barcelona, pero ya hemos estado mucho más lejos.

La primera vez que instalas una aplicación de comida a domicilio, sospechas que la mitad de los locales que te ofrecen no existen. ¿Pero de dónde han salido tantas hamburgueserías? ¿Desde cuándo das una patada y te sale un bol de pad thai? Luego descubres, desde el bus, de pasada con el coche, o en cualquier paseo, que si te suena el nombre de ese restaurante que no habías visto jamás es porque su nombre y sus más o menos apetitosas fotos aparecen en la pantalla de tu teléfono. Como si una ciudad paralela de restaurantes y ofertas gastronómicas cocinase en otra realidad.

 Dice un estudio de una de estas plataformas (Just Eat) que a los coruñeses nos gusta pedir comida china, sobre todo, pero la gastronomía que más creció el año pasado en la provincia fue la venezolana. Vamos, que si este fin de semana han pedido un rollito de primavera de toda la vida o una arepa, están en la media. Y si se han pasado a esos boles variados que vienen de Hawái y se llaman poké, también. Que tenemos la pizza muy vista y nos va la marcha y probar platos nuevos, pero si puede ser en casa y viendo una serie mejor, según el Gastrómetro de Just Eat. Se llama así. De verdad. Gastrómetro.

Hace unos días en un semáforo de Juan Flórez una pareja con un niño discutía el menú de la cena. El hijo quería hamburguesa. A los padres les parecía bien. Pedimos, ¿no?, dijo la madre. ¡No! Yo prefiero ir allí, contestó el crío. Bueno, bueno, terció el padre. Apostaría las pestañas a que cenaron en casa después de una visita a cualquiera de sus aplicaciones favoritas: la madre acarició el pelo rubio de su hijo con esa expresión que cuando eres niño no soportas en los adultos. Tú no sabes, parecen decir sin decir nada. Ya lo entenderás.

¿Saben lo peor? Que en este caso es cierto. Tal vez el niño no, pero los demás lo entendemos perfectamente. Eran las ocho y media de la tarde, hacía frío, estaba el semáforo como Amazon en rebajas, y pensar en no poder volver a casa aún era como una condena al purgatorio. Tu propio sofá, tu mesa, tus zapatillas, tu serie. Va todo en el mismo pedido. Ellos lo saben... y apuntan directamente a nuestra infinita pereza. Ya ni siquiera hay que negociar quién va a por la pizza. Como mucho, a quién le toca pagar.