«Seré ladrón, pero no asesino»

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Una banda de rateros, hoy enemistados por el crimen y las traiciones

02 may 2012 . Actualizado a las 07:02 h.

Todo lo que se leerá a continuación lo están escuchado los jueces de la sección primera de la Audiencia Provincial estos días de la voz de sus protagonistas. Son algunas de las conversaciones telefónicas, declaraciones judiciales, confesiones y traiciones -hay cientos, miles...- que la Guardia Civil grabó a los siete acusados del crimen de Aranga, ese doble y atroz asesinato en el que murieron tiroteados dos vecinos de Muros y luego los descuartizaron.

A su detención se llegó no tanto por la pericia policial, que también, sino por la poca cabeza de los personajes, unos individuos sin galones en los bajos fondos y que de pronto se vieron inmersos nada menos que en un caso de doble asesinato. Demasiado para su formación delictiva. Vean si no: uno ventiló a los cuatro vientos que había matado a dos hombres porque les debía dinero. Otro se lo contó a la novia y esta no solo fue con el cuento a la Guardia Civil, es que además les confesó todos y cada uno de los robos que habían cometido en los últimos meses. Si no fuera un asunto tan serio, parecería un chiste.

Matar a dos personas y salir airosos no está al alcance de unos individuos que no pasaban de vender unos gramos de hachís o robar en casas vacías. No eran una banda. Eran una familia, una pandilla. Uña y carne. El cabecilla era José Ramón Blanco Vila, un fontanero que en noviembre del 2008, cuando sucedieron los hechos, vivía en Aranga junto a su esposa embarazada y un hijo de dos años y medio. Es el principal acusado, al que el fiscal atribuye el crimen y por ello pide que sea condenado a 52 años de cárcel. A su mujer se le achaca el haberle ayudado a descuartizar los cuerpos. Como al matrimonio formado por Toni y Mónica, una pareja que hoy ya no lo es pero que cuando se querían participaban también en los robos a casas por toda la comarca. Hasta aquí, todos amigos. El crimen, lejos de distanciarlos, los unió si cabe aún más. Otra cosa es la relación que los anteriores mantienen con Alberto Souto y Belén, la que entonces era su novia. Cómo se van a llevar bien si fueron ellos los que delataron a Blanco Vila y llevaron a la Guardia Civil a la casa donde fueron hallados los cuerpos desmembrados, ocultos en una fosa séptica. El séptimo procesado es un joven que entonces trabajaba para Blanco Vila vendiendo hachís. Tuvo la desgracia de estar aquel día en la casa de Aranga. Escapó por la ventana tras oír los tiros. Pero como no se lo contó a nadie, lo juzgan por encubrimiento. Pero ahora ya no encubre a nadie. El lunes, en el juicio, dijo que la única persona que estaba en la cocina con las víctimas era Blanco Vila.

Pero este último insistió en que el autor de los disparos fue Alberto Souto. Lo dijo después de enterarse de que lo había delatado. El problema es que solo lo sitúa él en la casa. Ni su propia esposa declaró haberlo visto.

Nadie asume las imputaciones. Blanco dice que no los mató, que solo ocultó los cuerpos; Souto dice ser un ladrón pero no un asesino; y el resto jura no haber hecho más que ocultar lo que sabían, pero nada de descuartizamientos.

Crónica Juicio por el asesinato y descuartizamiento en Aranga