Tupés caídos por el cierre de El Paso

Rubén Ventureira A CORUÑA

A CORUÑA

EDUARDO

Crónica | El adiós de un bar mítico de la Ciudad Vieja

06 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

La noche coruñesa está de tupé caído. El Paso, el pub de la ciudad donde más se bailó rockabilly, cerró el domingo con una fiesta íntima para los amigos. La inminente rehabilitación de la casa de la Ciudad Vieja en cuyo bajo se asentaba el bar motiva el adiós, en principio provisional. El Paso es un local personal, la proyección de los gustos de Manuel Daga. Procedente de A Rúa, este forastero llegó a la ciudad con 16 años. Hace 30 de aquello. En 1984 abrió en la calle Príncipe el Marilyn, «un bar de rockabilly». En aquellos primeros años, la Ciudad Vieja era como el salvaje Oeste. «Hubo mucho que limpiar aquí. Al principio venían pandillas indeseables, y tuve problemas. Me llegaron a sacar una macheta y a meter un navajazo», cuenta antes de girarse para enseñar una cicatriz en la espalda. Pero también vivió grandes momentos en el Marilyn, decorado de rosa y azul: «Venían las niñas con sus faldas y ellos con sus tupés y sus cazadoras de cuero. Antes había rockabillys en esta ciudad. Ahora sólo queda una pareja». ¿Por qué ya no se ven tupés? «Ja, ja. Pues será porque a mucha gente de mi edad se le ha caído», ríe Manolo, que no entra al análisis sociológico. Al año y medio, rebautizó el local como El Paso. El ambiente fue cambiando: «Pasó a ser más rockero, más blusero, más motero, más bar de carretera americano». Y, después, «también funky y jazz». Así de ecléctico es Manolo, que recibió en el local a Javier Andreu (La Frontera), Loquillo, Edi Calvo (Gabinete Caligari), Los Secretos, Tino Casal y Alberto García-Alix. La intención de Manolo es la de volver a la ciudad «en año y medio o dos, cuando la casa esté rehabilitada», y abrir de nuevo El Paso en el mismo bajo. Ojalá, pero quizá entonces ya esté asentado a otro lado de la carretera. Porque, mientras, se irá con su Harley-Davidson Softail comprada en 1989, «y ya muy transformada», a Alicante. «En Alicante hay sol y buenas rectas. Se parece más a aquello [por Estados Unidos]. Buscaré algo en hostelería, un bar de carretera», cuenta mientras descuelga de las paredes un par de descomunales cuernos, un rifle Winchester, un revólver Colt y un casco de la guerra del Vietnam. «Aquí no tenía nada de pega. Toda la decoración la compré en viajes a Estados Unidos, Inglaterra o París», cuenta, y carga todo en el coche. La moto está siendo reparada en Oviedo, por eso posa con la de su amigo Nikopol : «No es Harley, pero vale». Quién sabe lo que le deparará la carretera. Quedan muchas lunas, y miles de kilómetros hasta que vuelva. Lo único cierto es que el bar donde nadie era forastero ha cerrado. Que la ?Ruta 66 ya no pasa por la Ciudad Vieja.