Récord de plañideras en el entierro de la sardina en la playa de Riazor

REDACCIÓN A CORUÑA

A CORUÑA

KOPA

El carnaval se cerró con una sesión de fuegos artificiales con el Millennium como testigo mudo El síndrome de la aftosa no afectará este año al dios Momo. El mal de las «vacas locas» tampoco lo hará con el becerro que sostenía entre sus manos el cerdo que simbolizaba al rey del carnaval. El fuego purificador acabó con su esplendoroso collar de chorizos mientras las plañideras -este año más numerosas que nunca- derramaban las lágrimas del último adiós con el Millennium como testigo. Claro que, para regocijo de los casi cuatro mil asistentes al sepelio, no fue un hasta siempre, sino un hasta luego.

01 mar 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

El reverendo Palomo, encargado de oficiar la misa del adiós, hizo las delicias del público congregado en los jardines de Méndez Núñez. Con una sotana raída y una estola con el curioso eslogan de Ramón, o do fertimón, repartía falsos billetes de un dólar «sólo aptos para viudas y mujeres tristes», como él mismo se encargaba de pregonar entre abrazos y sonrisas. El velatorio fue de todo menos triste. Sólo el cielo quiso llorar y despidió a Momo con una pequeña granizada que no disuadió al gran número de asistentes al acto. Música de bakalao -propia de la Cuaresma que ahora empieza- y un machacón «no hay que llorar» de una de las canciones de moda animaban a la concurrencia, cada vez más numerosa. Con media hora de retraso, la caravana fúnebre se puso en marcha. El grupo musical Bolero alegraba el entorno de la sardina, pero la emoción se desbordaba en los primeros puestos del cortejo. La larga caminata, de casi una hora, por el paseo marítimo acabó a la altura del Playa Club. Allí, en sólo cinco minutos, Momo pasó a la historia y se convirtió en esa ceniza que da el nombre al último día del carnaval. Mientras, un disco grabado atronaba por la megafonía repitiendo una letanía de dolor y tristeza: «Así es como muere el carnaval. ¡Viva el carnaval!».