La verdad y nada más que la verdad

Miguel García LUGO / LA VOZ

CDLUGO

Óscar Cela

18 feb 2023 . Actualizado a las 19:33 h.

Durante el confinamiento me dio por ocupar mi tiempo libre viendo películas. «El ciudadano ilustre» fue una de ellas. Me encantó la interpretación del protagonista, el actor argentino Óscar Martínez. Suelo repetir con frecuencia los dos últimos minutos de dicha película, momento en que este admirable intérprete dice, «La realidad no existe, no hay hechos, hay interpretaciones. La verdad o lo que llamamos la verdad, es una interpretación que ha prevalecido sobre otras».

Esta frase como todo tendrá detractores y seguidores, en definitiva dará lugar a distintas interpretaciones. En este mundo donde cada uno defiende su verdad e intenta perpetuarla, no solemos advertir la posibilidad de que existan otras verdades o interpretaciones. También nos alineamos en las verdades que prevalecen porque consideramos que son las más justas, las que más se acercan a la realidad, las que tienen mayor seguimiento o simplemente porque son las que nos convienen.

El CD Lugo lleva once años en el fútbol profesional, los tres primeros con un consejo de administración y los ocho restantes con otro. El cambio accionarial provocó un tsunami social importante y desde ese momento la división fue patente. Ni el mantenimiento año tras año en tan elitista categoría se tradujo en armonía. Fueron discurriendo los años, con más o menos dificultades clasificatorias, al mismo tiempo que responsables deportivos y técnicos iban pasando por la entidad. Unos interpretando que esas decisiones permitían el mantenimiento en la categoría, otros interpretando que las mismas decisiones correspondían a una gestión carente de criterio y cordura.

Ahora, con una situación cercana al límite, la tensión general vive momentos de incertidumbre. El consejo de administración sin apoyo social y con la sensación de haber trabajado con denodado esfuerzo, y un sacrificio y empeño que nadie ha sabido reconocer. Por el otro lado, una afición que pide a voces el cambio accionarial por su incompetencia, torpeza e ineptitud.

Y en estas, camino de irse por el desagüe once años de fútbol profesional. Porque la interpretación de unos no coincide con la de los otros. Porque desde el minuto uno la sospecha se apoderó de Lugo. Porque nadie se fiaba de nadie. Porque la desconfianza, el recelo, imperaron en el ambiente. Porque unos se constituyeron en enemigos de los otros. Porque la autocrítica no fue la virtud más destacada. Porque la búsqueda de culpables e inocentes nos ha llevado casi dos lustros. Desde dentro, olvidándose de lo de fuera, desde fuera esperando el momento y ese momento llegó.

La mayor responsabilidad siempre recae en la dirección, en el consejo que administra cualquier sociedad anónima deportiva. Son los encargados de gestionar lo deportivo, lo económico y lo social, esta última, una de las cuestiones que diferencia una empresa deportiva de una que no lo es. Lo deportivo, siempre con la incertidumbre del acierto. Lo económico, siempre con las limitaciones lógicas. Lo deportivo puede fallar en algún momento, y cuando fallas, el descenso es tu destino. Lo económico, siempre unido al presupuesto, unido a la generación de recursos, unido a los abonados, unido a la gestión. Nadie más preocupado por los euros, que el consejo de administración, accionista mayoritario. Así que esta mezcla prodigiosa y diabólica pone en alerta los cimientos de una empresa deportiva.

Cuál es la verdad verdadera, hay negro o blanco, hay matices de grises oscuros o grises claros… Cada uno que interprete su verdad, la realidad parece no ofrecer dudas, o sí.