Empieza abril, de un tiempo a esta parte, mes insulso donde los haya para el Lugo. Es el mes en el que de verdad se hacen las apuestas fuertes de la competición y, quien más quien menos, se juega la vida. Afortunadamente, los nuestros siempre han escapado a los agobios de última hora de tener que cazar puntos bajo presión en escenario adversos. Los que ven el vaso medio vacío opinarán que es otro abril más en el que el equipo no juega por nada ambicioso. El domingo se enfrentan dos de esos equipos que navegan en tierra de nadie, pero que aún no se pueden confiar. Tener la mirada fija en el retrovisor debería ser obligatorio. Un recién ascendido Reus que seguro que tiene al Lugo como modelo a imitar por la subsistencia en la categoría y que está siendo la agradable sorpresa de Segunda División. Mientras, los lucenses miran de reojo con envidia cómo otros equipos de su tamaño, véase Girona o Huesca, andan enfrascados en la pelea por cotas mayores. Cada uno en busca del espejo en el que mirarse. Después de la batalla de Getafe, dejando de lado a Bordalás, su banda del patio y los árbitros que se dejan engañar por patéticos actores que se hacen llamar futbolistas, volvió a quedar claro que los rojiblancos continúan repitiendo la misma clase de errores sin visos de que se corrijan de aquí al final de temporada. El equipo no ha evolucionado futbolísticamente en este tramo como se presagiaba hace unos meses y es evidente que esto está lastrando los resultados recolectados en los últimos tiempos. El experimento de situar en el campo a Joselu y a Caballero no ha funcionado. No por acumular más arietes arriba se ha incrementado el caudal ofensivo. La marcha de Alfonso Pedraza se ha hecho notar, ya que era ese jugador especial que aportaba puntos con sus desequilibrios individuales. Mientras tanto, los demás hacen lo que pueden: unos lo intentan con diferente suerte y otros más veteranos empiezan a ver cómo la falta de rendimiento último comienza a marcar su futuro próximo. En todo caso, se debe evitar por todos los medios repetir errores pasados. Cualquiera puede echar la vista atrás y recordar aquel último partido a vida o muerte contra el Mirandés en casa dependiendo de carambolas y empates múltiples que casi acaba con nuestros huesos en la B. Unos últimos meses de inacción competitiva convierten un abril plácido en un mayo terrorífico.