Sorprendió Quique Setién en la rueda de prensa posterior al debut frente al Hércules, mostrándose disconforme con el rendimiento global de su equipo. Máxime después del triunfo sobre el cuadro de Mandiá, y el buen primer tiempo de los lucenses. Pero para el técnico cántabro, todo ello «le resultaba insuficiente, porque el equipo había mostrado flojedad en muchos aspectos mejorables». Y ese grado de inconformismo choca frontalmente con la mentalidad del español medio, tan poco habituado a la autocrítica, y mucho más proclive a que le rieguen el oído con elogios no siempre justificados. Nos falta ese espíritu autocrítico. Que, si es honesto, siempre es positivo y constructivo. Pero esa mentalidad consustancial con el mundo anglosajón, nos resulta desconocida e inaceptable en este país, domado por los poderes fácticos dictatoriales y caciquiles. De ahí nuestro atraso. Setién es autocrítico y exigente porque es un ganador nato. Y el Lugo, un afortunado destinatario de su filosofía futbolística. La misma que nos llevó al ascenso, y la misma que ahora trata de implantar en Segunda. Y el segundo éxito de la nueva temporada se produjo ayer con el empate en el feudo de la Unión Deportiva Las Palmas. Un punto que sabe a gloria para consolidar los primeros éxitos del Lugo en su regreso al fútbol profesional. Ante otro rival con etiqueta de aspirante al ascenso, los lucenses mantuvieron el tipo y compitieron dignamente mostrando que, ni el gol inicial del peligroso Vitolo, les arredró. Bajo la batuta de un omnipresente Héctor Font, y un inspiradísimo Yoel en varias jugadas clave, los rojiblancos hasta pudieron ganar un encuentro muy peliagudo. Por eso, la mejor noticia para los seguidores lucenses es la excelente respuesta de su equipo: dos partidos, cuatro puntos. Y eso que Quique no se conforma. Frente al Córdoba, el próximo sábado, reventará el Anxo Carro, aunque para algunos su aforo no sea ridículo.