De su hijo Aitor habla con admiración. «De cabeza es un crack», dice. Siempre que puede se traslada a verlo jugar. Aitor jugó en el Pontevedra y quedaron de segundos en la liga de cadetes. En juveniles subieron a la liga gallega y la ganaron, luego a la nacional, y también, después a división de honor y quedaron de segundos. Ahora recala en el Cerceda. En el mundo del fútbol la suerte importa mucho. Veremos en el futuro.