Hucho Haz: «En Muxía só me falta ser alcalde»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

MUXÍA

Ana Garcia

Personas con historia | Lleva una ferretería y es juez de paz, fue percebeiro, presidió el club de fútbol, estuvo en la ANPA del IES y en la comisión de fiestas... «Estiven en corenta mil historias», dice Hucho

07 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De tanto que su abuela le decía Gerarduchiño, le acabó quedando Hucho y ya hoy nadie se refiere a él por su nombre de pila. De Muxía de toda la vida, «por terra, mar e aire», es de esas personas que es difícil no conocer. Ahora lleva una ferretería y es juez de paz, pero antes fue percebeiro, hizo apaños por las casas, trabajó en un juzgado, creó una asociación, presidió el club de fútbol, estuvo en la comisión de fiestas, fue integrante de la ANPA del IES Ramón Caamaño y miembro de la comisión escolar del CEIP de Os Muíños, entre otras cosas que engordan un larguísimo currículo. «Estiven en corenta mil historias en Muxía», sentencia.

Cuenta Hucho Haz (1963) que ni él ni nadie de su familia más directa tuvo que emigrar. Su padre fue marinero, su madre limpiaba casas y él, cuando alcanzó los 14 años y acabó el colegio, empezó a trabajar en la ferretería que, con los años, acabó regentando. «Tamén había cristalería e moblería. Eran dous edificios, así que había moito choio que facer», indica el muxián, que a los 19 hizo año y medio de servicio militar en Ferrol.

Al volver, a mediados de los ochenta, tuvo que buscarse la vida y se metió a percebeiro en una época en la que «non había nin concesións, nin límites nin nada diso. Ías cando querías, ou cando podías». Lo alternaba con trabajillos en algunas casas, pintando o lo que hiciese falta, hasta que un conocido le mencionó que en el juzgado en el que trabajaba había una vacante y se presentó para agente judicial. Fue en 1988, y allí estuvo durante cuatro años en los que alternaba y hacía algunas horas por las tardes en la ferretería en la que ya había trabajando siendo apenas un chaval.

Ana Garcia

En el 1992 el destino quiso que se topase en su camino «unha ferrolana» que había llegado a Muxía para dar clase y con la que a día de hoy comparte un largo matrimonio y dos hijos, de 27 y 24 años. Poco después tuvo la oportunidad de hacerse con la gerencia de la ferretería. Él era como el hijo que los dueños del negocio nunca habían tenido y cogió el relevo «nuns tempos nos que non había nin compras por Internet nin Marineda que fixese competencia», resalta. La situación ha cambiado, pero la vocación, dice, no.

Hace algo más de ocho años se presentó para el puesto de juez de paz en el Concello de Muxía. De su trabajo allí destacaría los numerosos certificados de fe de vida que tiene que hacerle periódicamente a los emigrantes retornados para que puedan cobrar las pensiones de los países en los que estuvieron trabajando. «E haiche miles deles», dice.

Promotor cultural

Entre trabajo y trabajo se fue metiendo de lleno en el asociacionismo y fue uno de los ideadores de la asociación Punta da Buitra, que él define como «unha revolución cultural e deportiva para un pobo no que daquela non había nada. Queriamos espabilar aos rapaces e empezamos a darlles clases de percusión, gaita... Ata metín á miña muller, que viña de facer baile en Ferrol, a dar clases tamén. Fixemos torneos deportivos, teatro... Creamos un grupo moi bonito e chegamos a ser cento e pico de persoas e a ir tocar en Fuerteventura. E no Luar, claro!», bromea.

Le dedicó 18 años y vivió de cerca esa «época de gloria do asociacionismo» con contactos entre las diferentes entidades, con muchas amistades y con iniciativas de las que aún a día de hoy se siente muy orgulloso, como la promoción del certamen fotográfico Ramón Caamaño. «Feito en vida del, non post mortem, que é o máis doado. Queriámoslle facer un recoñecemento bonito e, de feito, el era o que daba os premios», rememora Hucho.

Y habiendo dedicado casi veinte años a la asociación, lo más curioso es que él no toca ningún instrumento tradicional, solo se dedicaba a coordinar. «Toquei a guitarra durante moito tempo e mesmo fixen os meus piniños cun grupo, pero teño artrose e, ao final, a enfermidade acabou vencendo. Haise que resignar».

«Non son como Florentino»

Pero no solo pasó por Punta da Buitra: estuvo en la comisión de fiestas, en la ANPA del IES Ramón Caamaño, en el consello escolar del CEIP de Os Muíños y fue presidente del club de fútbol de Muxía durante tres temporadas. «Pero eu non era como Florentino», bromea -a pesar de que se confiesa merengue-, «eu era dos que ía aos vestiarios, estaba de delegado no campo e recollía as bolsas dos rapaces cando se duchaban».

También hizo algún cursillo de audiovisual y documentó en vídeo episodios destacados de la historia reciente de la comarca, como lo sucedido con el naufragio del Cason en 1987, que obligó a evacuar a todo Fisterra, alertada por la peligrosidad de la carga del buque. Él filmaba a modo de aficionado y, después, lo enseñaba a quien quisiese verlo.

El estar metido en «corenta mil historias» y de cara al público desde los 14 años le convirtió en uno de esos nombres conocidos fáciles de reconocer. «En Muxía só me falta ser alcalde», bromea. Dice que nunca se lo ha planteado, pero se define como una persona «de esquerdas».

Nada que ver con motivaciones políticas tuvo el hecho que durante un tiempo portase una insignia con la bandera vasca en la cazadora. Más bien, fueron motivaciones amorosas. «Un verán coñecín a unha moza de Guipúzcoa e, cando se foi, non sabía que regalarme. A min chamábame a atención a ikurriña que levaba sempre na chaqueta, así que ma deixou. A xente igual pensaba que eu era etarra ou algo», bromea Hucho, Gerarduchiño.