El gallo también es animal de compañía

P. g. / s. g. CARBALLO / LA VOZ

DUMBRÍA

Manuel Vega, con su gallo.
Manuel Vega, con su gallo. Ines Varela Gomez

11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Más que una afirmación, es una pregunta: ¿Se admite gallo como animal de compañía? ¿O solo se permite este interrogante para los pulpos, siempre en un contexto muy lúdico. O no, porque en los últimos años hemos visto de todo, como con las gafas, de cerca y de lejos. Lejos, esos que prefieren tener en sus casas lagartos, hurones o incluso arañas en vez de los clásicos y mucho más agradecidos perros y gatos. Y cerca, el célebre caso de Quinín, el cerdo de Dumbría que se comportaba casi como un perro, y que despertó tanta simpatía que movilizó una campaña nacional de apoyo y gracias a ella, un alma caritativa, a la par que mecenas, le ha permitido tener una vida de rico en una finca de Carral, en la que lleva ya siete años, si es que no ha habido novedades estos días. Debe de ser el cerdo más longevo de Galicia, pero a ver dónde se miden estas estadísticas. Así que, hablando de opciones, ¿por qué descartar a los gallos o a las gallinas? Sí, más allá de su finalidad doméstica, de su confinamiento en el gallinero, de su hábitat normal. ¿Animales de compañía? Tal vez un ejemplo que pueda servir (y seguro que hay muchos más) sea el que se produce en una casa de Ardaña (Carballo), con un comportamiento que, si se quiere, tira más hacia los cánidos que hacia su especie. El protagonista tiene nombre y se llama Coco. Esa ya es una particularidad. Las propias las mantiene: su función en el gallinero, los cantos de la mañana...

Pero, además, tiene una relación más directa con su amo, Manuel Vega Paz, quien le da de comer en la mano, atiende a sus llamadas, juega con él, lo sube a los hombros... Parece una práctica de riesgo, porque todos sabemos cómo se alporizan de vez en cuando los gallos, pero en los tres años que lleva con él no ha recibido ningún picotazo. Al contrario: el animal hace todo lo posible durante los juegos para no causarle daño alguno.

La historia comenzó en vísperas de una Navidad, cuando Vega y su mujer, Dolores Gerpe, decidieron criar tres gallos para la mesa de Pascua. Al final, solo fueron dos, porque el comportamiento del tercero los encandiló, y así se salvó de su inevitable final. Ahora la pareja es incapaz de deshacerse de él, así que han decidido que Coco les acompañe «ata que Deus queira», confiesan. Así que habrá que esperar a lo que decida la biología. Si le ocurre como a Quinín, queda Coco para rato, y a cuerpo de rey. Una vida de comer y cantar (por las mañanas o cuando quiera).