Todo empezó hace más de 20 millones de años, período en el que lo que ahora es Cerceda lo ocupaba una laguna salada, que se solidificó y nació de ella el lignito. Mucho tiempo después, en 1980, empezó a extraerse para alimentar la central térmica, sin cesar hasta el 2008. De esas entrañas salieron 94 millones de toneladas de carbón, quedando un enorme hueco de 200 metros de altura en su parte central. Y ahí se ha vuelto a meter agua, que de momento no se va a solidificar, sino a nutrir el sistema de abastecimiento de Cecebre (aún falta), y desde luego ofrecer zonas de ocio impensables no hace tanto en Cerceda, donde también parecía imposible un parque acuático ya se sabe qué ocurrió. Este será otro, pero diferente. No solo por el agua, sino por todo el entorno, donde se han plantado cientos de miles de árboles, ya muy vistosos, naciendo una fraga que poco tiene que envidiar a la más animada de Cecebre, que también está al lado de una gran masa de agua. El lago impresiona: poco más de dos kilómetros de largo, casi uno de ancho, 150 hectómetros cúbicos, una orilla de 400 metros de playa, cascadas laterales y azul y verde por todo.