Inferiores cada vez que cae una casa

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CRÓNICA CIUDADANA

A LARACHA

30 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que hablamos de Europa tendemos a sentirnos inferiores, como si fuéramos los hermanos pobres de un continente rico, pero decadente. No somos tan distintos a nuestros primos de otros países y ha quedado más que de manifiesto en el hermanamiento celebrado en A Laracha este fin de semana. La representante de Ligatne, en Letonia, pintó en su presentación un pequeño pueblo nacido en torno a una fábrica de papel que hace cuatro años que está parada y que, de momento, no tiene futuro. La idea es intentar atraer turismo industrial, pero por el aspecto de la localidad tiene más mucho más futuro Cerceda, además de casi el doble de población.

La localidad italiana que forma parte del paquete del intercambio tiene como principal mérito que Francis Ford Coppola eligiera una de sus iglesias para la escena de la boda de El Padrino hace 45 años. Por lo visto, desde entonces han vivido de recibir turistas que quieren entrar en las tierras de Vito Corleone. Eso sí, tanto en esta localidad, también pequeña, como en Birgu, en Malta, la defensa del patrimonio es numantina, porque de eso, precisamente, viven.

También era llamativo el caso de Lituania. Ukmerge, un municipio de 40.000 habitantes situado en el mismísimo centro del país y, por lo tanto, cruce de caminos y terreno abonado para la industria, se ufanaba en realidad de una feria que, por las fotos, poco tenía que envidiar a las de Carballo o Paiosaco, como no fuera por los trajes típicos.

Es verdad, que todas las localidades con las que se hermanó A Laracha no parecían especialmente atractivas para vivir, ni siquiera para visitar, pero en todas ellas se veía una vocación clara de preservar el patrimonio material e inmaterial, por pequeño y pobre que pareciera. Más fuerte era por parte de los representantes de una zona de Eslovenia en la que se quedaron muchos húngaros cuando se dibujaron las fronteras, la entidad tiene como principal labor que los eslovenos de nacionalidad no olviden que son húngaros de cultura y de corazón.

Es cierto que hay poco que envidiar en las ciudades y pueblos de centro Europa o el Mediterráneo con los que se han hermanado los laracheses, pero viendo los cascos urbanos de la Costa da Morte se echa de menos algo más de amor por lo propio, cariño por el patrimonio y por aquellos que construyeron las murallas que rodean el pueblo de pescadores de Birgu, tan distinto de Caión, o las casas de piedra de la siciliana Forza D’Agro, que te transporta a otros tiempos.

Sí que hay motivos para sentirnos inferiores y debemos hacerlo cada vez que dejemos caer una casa más, como la del Almirante Mourelle.