Iria Rey: «Nas vacacións, era unha obriga que o hotel tivese piscina para poder adestrar»

Antón Lestón Lago
antón lestón REDACCIÓN / LA VOZ

CARBALLO

Ana García

ATLETAS DEL ATLÁNTICO | Pese a su don en la natación, en el 2019 creó Pangea, escuela de danza y gimnasia

05 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

De Iria Rey (Carballo, 1980) muchos conocen su faceta más bailarina y gimnástica, pues con ese empeño se involucró en Xacarandaina y con el mismo creó la Escuela Pangea, de danza y gimnasia rítmica, en el 2019. No obstante, fue otra disciplina la que ocupó más horas durante su vida. Y eso que decidió dejar de competir a los 22 años. Esta carballesa fue una de las nadadoras más prometedoras de todo el país durante la década de los 90 y compartió entrenamientos en la escuela madrileña Sek de alto rendimiento con Ana Belén Palomo o Paula Carballido, que sí lograron llegar a los Juegos Olímpicos.

«O primeiro recordo deportivo que teño xa é na piscina do Vila de Noia», cuenta. Allí, en 1989 se fundó el club O Fogar, que supuso un gran impulso para la natación comarcal. Ella dominó desde el principio y logró las mejores marcas de la entidad durante bastante tiempo, aunque su hija de 13 años ya le ha mejorado varias. «Agora todos están máis preparados, o noso era todo un proceso de formación para todo o mundo», recuerda Iria, sobre sus primeros profesores: Abelardo, Gustavo, Andrade o José, el primer entrenador al que ficharon. Su rápida y amplia progresión le hacía muchas veces ir sola a los campeonatos gallegos, nacionales o internacionales a los que conseguía billete gracias a sus extraordinarios tiempos: «Ao principio case sempre eramos Víctor Tato, Ramón Eirís e eu», señala.

Además del acuático, también probó otros deportes, como el patinaje o la gimnasia artística, aunque no podía disfrutar de uno de sus favoritos porque en la capital de Bergantiños no había oferta: la gimnasia rítmica. No obstante, a la natación le dedicó siempre muchas horas, quizás demasiadas. «En Madrid cheguei a adestrar oito horas diarias e noutros momentos teño feito tres sesións ao día», comenta Iria, que en 1997 tuvo ante sí la que podría haber sido la oportunidad de su vida. Estudiaba por aquel entonces en A Coruña y se fue a Estados Unidos de intercambio. Donde hubo que buscar una familia que tuviese una piscina cerca de casa. «Todo se facía pensando en que eu puidese adestrar. Incluso cando iamos de vacacións, meus pais buscaban un hotel que tivese piscina rectangular, para que eu polo menos puidese facer algo», dice.

El caso es que entrenando una mañana en estas instalaciones americanas, un entrenador le ofreció una beca deportiva que sus padres, finalmente, declinaron. «Tiveron medo de que afectase aos bos resultados académicos que eu tiña», explica. Tampoco es que quedándose aquí le fuese mal, pues participó con la selección española regularmente y logró acceder al Sek de alto rendimiento en Madrid. Una lesión en la espalda la dejó en el dique seco en su mejor momento, «era 1997 e ía bater o récord de España de 100 metros libres porque xa o facía nos adestramentos». Y el desgaste hizo el resto. «É un deporte moi duro, porque a maioría das veces estás ti soa e hai que botarlle moito coco», indica. A los 22 años decidió apartarse de la competición del más alto nivel.

Pangea

Por aquel entonces, Iria ya estudiaba Ingeniería de Caminos en Madrid, aunque finalmente acabó optando por las obras, que la movieron por todo el país durante varios años. Participó en la autopista de Santiago-Ourense, el aeropuerto de Reus o el puerto exterior de A Coruña, hasta que decidió volver a casa con el propósito de crear una familia. En Carballo comenzó a trabajar en la empresa familiar, Mármoles Gumersindo, y después como profesora de matemáticas en secundaria, aunque ahora lo hace en Porto do Son. Y en diciembre del 2019, quiso hacer realidad su sueño de niña: traer la gimnasia rítmica a la capital de Bergantiños. Junto a su pareja montó Pangea, la escuela de Danza y Gimnasia Rítmica que tiene el local enfrente del Vila de Noia, donde todo empezó para ella. La pandemia propició que aún hoy no hayan retomado todo el compendio actividades que imaginaban, pero espera «que en setembro comecemos, por fin, un ano normal».

Entre el ballet y la gimnasia tienen unos 30 alumnos. La rítmica fue su salvación tras el confinamiento, pues como deporte federado, permitió que sus jóvenes promesas pudieran disfrutar de lo que ella tanto añoraba. El 22 de este mes celebrarán la gala de fin de curso.