CORRIENTES DEL ANLLÓNS | Escribe Pedro González Vieites
13 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.CEl oligopolio de la electricidad, ante la urgente necesidad de reducir las emisiones de CO2, semeja que está atento y dispuesto a implantar una estrategia que sustituya al modelo actual de generación de energía basada en el carbono, una apuesta por la energía del futuro que ya no contempla el petróleo y el carbón como materias esenciales y que cumpla los objetivos de la cumbre del clima de París de 2015, para las emisiones de gases de efecto invernadero, esto es, la creación de una fuente de energía limpia basada en el hidrogeno, o lo que es igual, en el agua, que ya ha comenzado a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street.
En el 2002, Jeremy Rifkin, publicaba La economía del hidrógeno, donde describía una economía que estaba por venir proponiendo una red energética mundial de este gas. La era de los combustibles fósiles trajo nuevas formas de organizar la sociedad y ahora, en su opinión, existe la posibilidad de que el hidrogeno se convierta en la «energía del pueblo». Unas diez megacompañías, tanto de capital privado como público, controlan la energía en el mundo. Ya se están sentando las bases para la economía del hidrogeno, decía Rifkin allá por el año 2002. La revolución informática, las telecomunicaciones y la nueva la energía del hidrogeno formarán una potente combinación que podría reconfigurar las relaciones humanas en los siglos XXI y XXII.
Casi veinte años después, a la vista de las expectativas de los fondos UE adjudicados a España, y ante el mana de los recursos next generation, sería bueno sugerir a nuestras élites que, al elegir los proyectos más apropiados para el interés general y la ansiada recuperación economía, deben tener presente y comprender de forma transparente y decidida el auge y caída de los regímenes energéticos en las diferentes civilizaciones. Deberíamos aconsejar un análisis pausado y sereno previo para comprender las reglas que gobiernan la energía y, sobre todo, aquellas que se refieren a la naturaleza de la tierra y del conjunto del universo.
En definitiva y según Rifkin, deberíamos tener presente por qué han colapsado las grandes civilizaciones, ante el dilema al que las sociedades se enfrentan de cómo controlar los recursos y aprovechar la energía que obtienen de ellos, y así recuerda que el Imperio Romano es un buen ejemplo y un caso práctico. Deberíamos recordar que Roma cayó por la decadencia de su clase gobernante y la corrupción de sus líderes, que habían impuesto mucha presión sobre su precario legado energético y el tamaño del aparto burocrático gubernamental y militar, que se había multiplicado por dos y para sostenerlo y financiarlo se hizo necesario aumentar los impuestos. De ahí el empobrecimiento aun mayor de la población. Con un régimen energético debilitado y próximo al agotamiento, el imperio comenzó a resquebrajarse y los servicios básicos fallaron.
En función de los cálculos realizados y proyectados en base a la curva de Hubbert, las reservas de petróleo del planeta a partir del 2030 no podrán satisfacer el consumo mundial. Estamos asistiendo al inicio del fin de un régimen energético maduro. Las infraestructuras creadas para explotar el petróleo están envejecidas y parece que existe consenso en que cada vez es más vulnerable. Pero habrá que estar muy atentos y reflexionar, ante el fuerte incremento de la deuda pública, cómo se resolverá el dilema y la alternativa fiscal a los ingresos que se obtienen y genera un modelo energético tan híper regulado como el vigente. Para la transición tanto el Ministerio de Transición Ecológica como la UE han manifestado una apuesta firme por la descarbonización de la economía, apostando por procesos industriales o productivos más sostenibles.
A la vista del informe del Consejo de Estado sobre el sistema de gestión de los fondos de la UE, al que algunos han calificado de arbitrario y opaco, en materias tan sensibles como la apuesta por el tránsito del modelo energético y la apuesta por el hidrogeno, dado que España será uno de los países que más beneficiados por los fondos Next Generation UE, convendría exigir rigor en su desarrollo y concesión, para que la transición del modelo enérgico en base a planificación y estrategia consensuada e implantada con un marco adecuado, permita que los objetivos perseguidos beneficien al conjunto de la sociedad y del clima, en detrimento de los intereses del oligopolio energético, si tanto para la movilidad como para la actividad económica y eficiencia energética del futuro la alternativa pudiera estar en una red energética mundial del hidrogeno, una revolución economía verdaderamente relevante, necesaria e imparable.
Pedro González Vieites es economista.