Rojos

Maxi Olariaga LA MARAÑA

CARBALLO

06 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No, no va a ser esta columna una crítica de la maravillosa y profunda película de Warren Beatty en la que vive una turbia historia de estadounidenses de izquierdas -¡qué rara cosa!- cabreados en solitario y entre sí por la entrada de USA en la Primera Guerra Mundial. Porque, visto lo visto recientemente, ser rojo o parecerlo se ha puesto a precio de oro (de Moscú) por supuesto.

Además de ser (Rajoy, dixit) «los malos» como en los más señeros días de la dictadura franquista, a los rojos de hoy en día en la ibérica península no les queda otra que caminar sobre brasas, espolvorear ceniza sobre sus cabezas y arrastrar cadenas mientras con voz lastimera piden a las buenas gentes de este gran pueblo español, perdón por sus errores sacrílegos que tanta y tanta desgracia venezolanomarxistaleninistamaoísta, pretendían implantar en nuestra querida España en vez de amarla sobre todas las cosas y comportarse como Dios manda, asistiendo a misas y procesiones, y confesando y comulgando como mínimo los primeros viernes de mes.

Triste sino el del rojerío como los llama el ínclito Marhuenda desde su atalaya periodística, diario oficial de las acrisoladas virtudes de la patria. Pero, oiga, ese rojerío se ha buscado el castigo merecido por dejarse caer en los brazos blasfemos de los demonios más opresores de la historia sin presentarles batalla ni defender nuestras más puras esencias patrióticas. Por si fuera poco, en estos días, el único comando rojo que nos quedaba fue eliminado con deshonor en los campos de Francia. Y para rematar el esperpento ¿quién lo diría?, todo por obedecer las consignas de un Marqués. ¡Qué país!.