El voto emigrante, tal y como lo conocemos actualmente, parece tener los días contados. Las sacas de papeletas que traían en vilo las noches electorales a ciudadanos y políticos y los viajes de alcaldes y concejales de la Costa da Morte a las Américas podrían pasar a ser cosas del pasado. Es probable que las agencias de viajes de la zona pierdan pronto una línea de negocio floreciente que cada año iba a más. PSOE y PP lograron en el Congreso un principio de acuerdo al que también parecen dispuestos a sumarse CIU, PNV y BNG y que podría echar por tierra toda la infraestructura que los mandatarios del occidente galaico tienen montada en la diáspora.
Puede que las redes de captación de sufragios de vivos y de moribundos ya no tengan razón de ser dentro de un año, cuando nuestros políticos locales se enfrasquen en la lucha por los sillones municipales. En la era del voto electrónico no tiene sentido la decimonónica trapallada de los votos por correo desde el otro lado del Atlántico. Parece que los ediles y sus allegados ya pueden ir suspendiendo los viajes preparados para los próximos meses y ahorrarse dinero y disgustos, que también los dan, incluso en el juzgado. Ya no va a ser necesario cruzar con tanto ahínco el océano para mantener caliente la línea de contacto con votantes ancianos y jóvenes que lo único que conocen de A Laracha, Carballo, Vimianzo o Fisterra es fruto de vagos recuerdos de tiempos muy pretéritos o de la memoria distorsionada del abuelo que un día en los albores del siglo XX emprendió la aventura en lejanas tierras.
En un solo año aumentó en 1.000 personas el censo de residentes ausentes de la zona, que ya suma 27.650 almas inocentes, el 20% del censo electoral de la comarca. No tiene sentido que alguien que jamás pisó un pueblo pueda decidir quién va a ser el alcalde y un marinero enrolado por unos días en un barco no pueda emitir el voto en una localidad en la que sí vive todo el año. Los emigrantes tienen unos derechos, pero su intervención en los asuntos públicos debe ser correctamente precisada. La democracia es, sobre todo, lógica.
Esta semana, los alcaldes de Camariñas y Muxía cruzaron el charco. Meses atrás lo hicieron los de A Laracha, Fisterra, Coristanco y Cabana de Bergantiños. Al de Vimianzo también le apasionan los viajes transoceánicos, pero no más que al de Cerceda. El de Carballo, por su parte, cultivó en su momento con esmero las relaciones con los bergantiñáns en Uruguay, como antes lo hicieron con tanta o más intensidad sus antecesores. El que más y el que menos, sin distinción de ninguna clase, le apasiona el voto de la diáspora, lo lucha y lo mima y ninguno duda, a poder ser y en la medida de sus posibilidades, en fortalecer los lazos con los residentes ausentes. Suelen hacer viajes de forma periódica para cultivar y agradecer los centenares o miles de sufragios que vienen del otro lado del Atlántico. Algunos suelen hacerlo en grandes banquetes en los que se vierten lágrimas de emoción y se alimenta la morriña y el recuerdo de las viejas corredoiras y de cantares y bailes en carballeiras que las motosierras se fueron llevando por delante. Si el tiempo que dedican a todo esto fuese empleado en idear planes y programas de desarrollo, otro pelo le luciría a la comarca. A ver si con la nueva ley ya tienen más tiempo para ello.