Una vida forrando botones

Rosa Gallardo

MUROS

En esta familia originaria de la localidad muradana, los oficios se transmiten de tías a sobrinas, una tradición que ya va por la tercera generación

30 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Ángela Romero Sendín y Noemí Formoso Romero son tía y sobrina, viven en Muros y ambas trabajan codo con codo en la mercería familiar. Lo más curioso de la historia es que Ángela heredó el negocio también de su tía Manuela, con lo que eso de estar entre agujas, botones y cintas les viene de lejos. De hecho, la actual propietaria del comercio no sabe a ciencia cierta en qué año se abrió. «Mi tía Manuela lo cogió en el 40 como mercería-paquetería y bazar-droguería -en aquella época se vendía de todo-, pero el local ya llevaba abierto algunos años. Al principio era una especie de tienda de distribución de efectos navales», explica Ángela.

Es Noemí quien cuenta como, en este negocio, el relevo se lo pasan de tíos a sobrinos: «Gela comenzó con su tía con 20 años, y yo, aunque siempre la ayudé en la tienda, empecé profesionalmente hace cuatro. Y creo que este es mi sitio, la verdad es que me veo dentro de dos décadas años forrando botones como cuando era niña», cuenta Noemí.

Los botones son el artículo por excelencia en esta mercería muradana en la que, además de objetos de costura, se apilan los recuerdos. La sucesora de Ángela al frente del negocio evoca su infancia y comenta que su tía le pagaba una peseta por cada botón que forrase. «Lo más característico de este comercio son los botones. Ahora se forran para trajes típicos o para bodas, pero antes todo el mundo los llevaba así», explica la propietaria.

Hay también espacio para el recuerdo de la incansable tía Manuela, que fue el alma de un establecimiento del que estuvo al frente hasta los 93 años.

Trabajo en familia

Sobre cómo es la relación entre jefa y empleada cuando son tía y sobrina, Noemí afirma estar encantada: «Tiene sus pros y sus contras. A veces salgo más tarde de mi horario, pero otras me voy a tomar un café». Su tía, en cambio, opina de otro modo: «A mí siempre me fastidió el negocio familiar, pero la historia se repite».

En cuanto a las ventas, Ángela reconoce que «ahora no es lo de antes, claro, pero ampliamos el negocio a ropa de niño y con los cursos de bolillo y otros talleres siempre sale algo. Vamos tirando».

En lo que respecta al día a día, Noemí reconoce que al principio le costó bastante adaptarse, porque despachar en una mercería no es tan fácil como puede parecer. «Un único artículo puede nombrarse de un montón de maneras, y al principio me hacía un lío», cuenta. «Por ejemplo, la cinta de algodón de toda la vida tiene por lo menos cinco nombres diferentes: hiladillo, barbilla, trenza, balduque y cácarto. ¡Y seguro que hay más!».

La parte buena del oficio es la atención al público. «Lo que más me gusta de mi trabajo es solucionar problemillas de tipo textil, pequeños arreglos, como coser un botón a personas mayores que no ven bien, o recoger un punto de un calcetín enganchado», comenta.

Trayectoria

Manuela de Gerpe -así se llama la tienda- lleva tantos años funcionando que algunos muradanos no saben ya ni lo que vende. Ángela cuenta divertida: «Es curioso como alguna gente viene preguntando por cosas que no tenemos desde hace años, como lustre de zapatos».