Clara Álvarez: «Los paisajes quemados y deforestados se borran porque la gente los olvida»

Carlos Portolés
Carlos Portolés RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

Justo Díaz Diego

La artesana madrileña participó en un programa de residencias artísticas en Boiro creando piezas de porcelana a partir de restos de ceniza de los montes quemados

05 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de que las llamas asolen un paisaje, ¿qué hacer con las toneladas de ceniza que ennegrecen los suelos? ¿Y si se pudieran convertir en porcelana? Con esa pregunta en mente se embarcó la artista y arquitecta Clara Álvarez en su último proyecto, al que bautizó Sen lume, negro noite.

Clara, de 29 años, nació en Madrid. Pero su obra se ha desarrollado en Boiro gracias a una iniciativa de residencias artísticas. Estuvo un mes en la localidad, conociendo de primera mano el terreno devastado por el calor brillante del fuego forestal. Y entre ruinas, surgió una necesidad de contar algo. «Quise resignificar la devastación que provocan los incendios», cuenta.

A través de un meticuloso proceso de tratamiento de materiales, consiguió crear piezas de porcelana y alfarería a partir de fósiles calcinados recogidos en los lugares afectados. «Recogí elementos orgánicos que estaban a punto de desaparecer y les apliqué una capa de porcelana. Ahora se han quedado para siempre atrapados en ese punto de casi-desaparición». Lo que subyace es la voluntad de crear cosas inmortales a partir de aquello que está quebrado. «Es una forma bonita de quitar el significado trágico y darle una nueva dimensión estética», reflexiona Clara.

Llegó desde Madrid decidida a dejar su huella en Barbanza, con el deseo de poder incorporar la vida de la región a su producción artística. Al final fue capaz de incorporar incluso la muerte. Encontró inspiración en la terrible estampa de los montes dañados y oscurecidos de Boiro. Durante semanas, hizo expediciones para recoger muestras de los lugares que homenajeó. Y entre restos de lo que un día estuvo vivo, desenterró belleza oculta y aprendió a amar lo que vino después. Así explica el hondo sentimiento que la motivó: «los paisajes quemados se borran tanto porque se deforestan como porque la gente se olvida de ellos. Porque cuando están quemados ya nadie quiere ir al verlos».

Vértigo y preguntas

Un artista debe estar preparado para que su propia obra le conduzca a lugares inesperados. Clara Álvarez estuvo días paseando por las zonas deforestadas. Lo que encontró era mucho más grande de lo que su imaginación había proyectado. «Fue abrumador. Descubrimos incluso un fósil de esqueleto de caballo». Su gran reto pasó a ser retratar fielmente lo que vieron sus ojos y lo que le hizo sentir su lado más sensible. O como lo llama ella, su «intuición poética». Y de ahí nacen sus piezas y su mirada esperanzada sobre Barbanza. «Me gusta que sea el propio material el que trabaje en su estética final. Lo que hago es tener un diálogo con él», apunta.

La carga emocional fue fuerte. Admite que la idea de estar observando y transformando algo que se sabe que está a punto de desaparecer produce «vértigo y preguntas». Y con ese desasosiego y esa curiosidad se comienza a tejer una narrativa artística que atraviesa y entiende el carácter efímero de la vida y del entorno.

En la propuesta de Clara Álvarez confluyen la técnica del artesano y la fragilidad del artista. «Yo tengo formación de arquitecta más que de paisajista. Pero siempre me ha interesado mucho más el paisaje. Sobre todo aquellos que están en pérdida, que son los más difíciles de entender», aclara. De todos los rincones se puede extraer algo. Incluso de aquellos que se creían condenados al olvido y la desaparición. Barbanza y la tragedia de sus colinas y sus campos tantas veces azotados por las llamas se han convertido en algo un poco menos triste gracias a unas manos que aplican porcelana a lo que está roto. A lo que se quemó.