Hay derrotas en las que el dolor se suaviza al analizar las pérdidas finales de la batalla. Tal vez sea este el sentir del PSOE de Ribeira. Y hay victorias como las del PP que se sufren como amargas derrotas.
Hace cuatro años, el PP de Ribeira, con los nueve ediles que obtuvo, pudo conservar la alcaldía y buena parte de su capacidad de gobierno. La suma de los concejales de la oposición sobrepasaba en tres a los del Partido Popular. Pero el BNG no quiso investir alcalde al cabeza de lista del PBBI. Sin embargo, todos los grupos supieron vender su postura cargando las tintas contra el entonces líder el PSOE, tildándole de arribista cuando no de apéndice del PP. Cierto es que el cabeza de lista del PSOE cometió la imprudencia política de no saber guardar las formas. Pero lo cierto es que todos (incluso el PBBI, aunque en menor medida), colaboraron en algún momento con el partido del alcalde. Sin embargo, tan solo el PSOE pagó los platos rotos por haber sido tildado de colaboracionista.
Pero vino Pedro Navaja a recordarnos que «la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida». Se invierten los papeles y ahora es el BNG el que se convierte en segunda fuerza municipal y, ante la nueva falta de mayoría absoluta del PP, pide al PBBI que le apoye para alcanzar el bastón de mando. Y esta vez (según las declaraciones de unos y otros) existe la posibilidad de que, en coherencia con el mensaje electoral del BNG, PBBI y PSOE, el interés de Ribeira podría estar por encima de consideraciones dogmáticas. Y nada sucedería de ser así. El gran De Gaulle sucumbió a su amenaza cuando dijo aquello: «Yo, o el caos». Y no hubo caos.
A los votantes que ganaron las elecciones les cuesta aceptar la posibilidad de que no gobierne el partido más votado. Pero la ley electoral lo quiso así. Y además, si nos paramos a analizar los resultados de estas elecciones, podemos ver que los votantes que no quisieron que gobernase el PP sumaron 7.989 votos; 2.810 votos más que el PP. Aunque también es verdad que en las elecciones municipales del 2019, cuando el PP «solo» tuvo 4.893 y los demás partidos 3.698 votos más, por culpa de un mal entendido puritanismo político, no hubo acuerdo para renovar la alcaldía.
Son esas cosas que tan bien supo explicar Mariano Rajoy con sus atropelladas pero sabias palabras: «Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». Y ahora, de nuevo, al no haber mayoría absoluta, serán los vecinos, por medio de sus representantes políticos, quienes elegirán a su alcalde. Y quien quiera que resulte elegido deberá ser el alcalde todos. Así son las leyes que nos hemos dado y así es la democracia.