La resucitada de A Pobra: «Estaba muerta, no le funcionaba nada»

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Kiko García peina a su madre mientras recuerda el susto que vivieron hace unas semanas
MARCOS CREO

Certifican el fallecimiento de una vecina de 77 años, que volvió a la vida cuando la lloraban

14 may 2023 . Actualizado a las 23:51 h.

Aunque esta historia tiene un final feliz y puede dar lugar a muchas bromas, todo apuntaba a que iba a acabar con un mar de lágrimas y en un cementerio. Y es que pocos se explican como después de dar por muerta a una persona, esta resucita ante la perplejidad de todos los que la rodeaban.

Esto fue lo que le ocurrió hace unas semanas a la pobrense María Berta Rodríguez. A sus 77 años está operada del corazón, es diabética y sufre las complicaciones típicas de la edad, pero esto no le impedía llevar una vida más o menos normal. Ese día estaba desayunando en la cocina «y empezó a sudar, a ponerse blanca y le dio como un mareo. Pensamos que era una bajada de azúcar, pero como cada vez iba a peor, pulsamos el botón que tiene de la Cruz Roja [servicio de teleasistencia]», recuerda su hijo Kiko García, que en ese momento no pensaba que su estado era tan grave.

Sin embargo, cuando llegó el personal sanitario «ella ya no reaccionaba», y lo primero que dijo la doctora al hacerle un reconocimiento fue: «¡Uy! Me parece que esto se va a acabar». Él seguía pensando que en cualquier momento despertaría, pero empezaron a tomarle tensión, mirarle las constantes, y no había nada. «Estaba muy fría, se puso de un color blanco cenizo, con los labios como transparentes, y entonces sí que comprendí que era verdad, que ahora sí que se iba», explica Kiko, que ya le tocó lidiar con la muerte más veces con su padre y con otros familiares, y por eso sabía perfectamente como es el rictus que se le pone a los fallecidos.

«Estaba muy fría, se puso de un color blanco cenizo, con los labios como transparentes, y entonces sí que comprendí que era verdad, que ahora sí que se iba»

Tras certificar que su madre se había ido, el personal sanitario le dijo si quería que la llevaran en ambulancia al hospital, y él dijo que ya no valía la pena, que era mejor ponerse en contacto con la funeraria. Lo que sí les pidió es que la ayudaran a llevar a la cama, porque estaba tirada en el suelo de la cocina y no quería despedirla así. Fue él quien la cogió en brazos y la puso en la camilla primero y más tarde en la cama, «y estaba muy muy fría, estaba muerta, no le funcionaba nada. Lo tengo muy claro, estaba lista de papeles».

 Acojonados

Pero mientras la estaba llorando en su dormitorio, se obró el milagro. «Empezó a moverse y nos quedamos todos acojonados, no dábamos crédito. Al principio, no hacía nada, pero poco a poco fue empezando a respirar y a reaccionar, y de camino al hospital ya comenzó a hablar y a decir su nombre».

Allí le hicieron pruebas de todo tipo y el diagnóstico fue que había sufrido un síncope que casi la lleva al otro barrio. Pasó la noche ingresada y al día siguiente regresó a casa con una experiencia nueva que contar, aunque ella no se acuerde absolutamente de nada. Según explica su hijo, solo recuerda que le dio un mareo y luego despertarse en cama e ir en ambulancia. Aunque ella ha vuelto a llevar una vida más o menos normal, su familia nota que le ha quedado como secuela que su memoria ya no es lo que era. «Ahora es un poco desastrillo, se olvida de muchas cosas, que es verdad que es algo que nos pasa a todos, pero ahora noto que desde entonces no se acuerda de muchas cosas. Luego hablas con ella de todo y está perfectamente».

Tras el mal trago vivido, Kiko García le pone un poco de humor a todo lo sucedido y recuerda como cuando su madre resucitó tuvo que volver a llamar a su hermano para decirle que ya no fuera a casa, «que mamá está viva. Él no me creía, pensaba que se lo decía para que no se apurara y viniera más tranquilo». También han hablado muchas veces desde entonces de si su madre había visto esa famosa luz al final del túnel, y siempre bromean con ella y le preguntan: «Mamá, ¿qué fue lo que viste que no te gustó y volviste».

Aunque ahora lo recuerde entre risas, Kiko García reconoce que hay que ponerse en su piel, «porque el momento fue muy duro, verla allí en el suelo muerta. A mí no me pasa otra vez, o eso espero».