Promesas

Ramón Ares Noal
Moncho Ares BARLOVENTO

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

«Con el paso de los años y la generalización de las promesas con el afán de alcanzar el poder al precio que sea, el valor de sus palabras cayó estrepitosamente»

08 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Las promesas en campaña hay que cogerlas con pinzas, porque una vez que pasa el día pasa la romería, y de esta se habla bien o mal, en función de como te haya ido en ella, como señala la sabiduría popular.

Una de las primeras frases históricas del incipiente período democrático español fue aquella que pronunció Adolfo Suárez en 1977, en las primeras elecciones generales, «puedo prometer y prometo», a la que siguió una serie de apartados que el candidato a la presidencia se obligaba a cumplir, caso de salir elegido, como así ocurrió, para continuar en la senda de las libertades.

Veníamos de 40 años de dictadura en la que los gobernantes no tuvieran que prometer nada porque el pueblo estaba «convencido» por las buenas o por las malas. Suárez ya se había comprometido a cambiar el rumbo de España para llevarla a las urnas, y a las puertas de las votaciones, sus palabras se referían a los avances que aún quedaban por conseguir.

Aquellos primeros políticos elegidos por el pueblo nos hicieron creer que las promesas políticas eran compromisos de obligado cumplimiento, porque la mayor parte de lo que decían lo hacían, pero con el paso de los años y la generalización de las promesas con el afán de alcanzar el poder al precio que sea, el valor de sus palabras cayó estrepitosamente poniendo a los electores a la defensiva.

Como la carrera electoral ya ha comenzado, hay que tomar nota de las promesas que hagan candidatos y cargos de Administraciones superiores y exigir a los futuros concejales que obliguen a cumplirlas, aunque no gobiernen, por el bien de su pueblo.