Cuentos para enseñar lenguaje musical

Carlos Portolés
Carlos Portolés RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

El docente pobrense Manuel Sobral tiene un método rompedor para que los alumnos aprendan mejor

28 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La música ha sido el centro de la vida de Manuel Sobral desde los 6 años, cuando se inició en este complicado mundo. Toca la batería, pero su gran pasión es la enseñanza. Da clases a niños en la casa de la cultura de A Pobra. Desde que empezó a cultivar la docencia, ha sido su gran ambición encontrar nuevos métodos para acercar la música a los más pequeños. Por eso, presenta orgulloso su última invención para allanar el camino de los alumnos y demostrarles que a todo, incluso a lo que más asusta de este arte, se le puede sacar el lado divertido.

El gran escollo al que tienen que enfrentarse los pupilos que toman la senda de los instrumentos es, sin duda, el solfeo. «Uno de los principales atascos que tienen los niños es el lenguaje musical. Es muy complicado porque es muy cerrado, tiene mucha historia y parece que hay pocos caminos para enseñarlo. Tienen que estar sentados leyendo, se les hace cuesta arriba y muchos acaban abandonando», explica.

Soluciones creativas

Pero, como profesor moderno e inconformista que es, cree haber encontrado una solución. Al iniciar el curso, le pide a cada alumno que diseñe un monstruo con cartulinas y material reciclado. Uno feo y aterrador. Luego, todos ponen en común las criaturas que han confeccionado, y con ellas como personajes hacen entre todos un cuento. A través de esta historia, Manuel los introduce a las nociones básicas del lenguaje musical casi sin que se den cuenta. Es, en definitiva, una forma de jugar aprendiendo. «Los niños están muchas horas en el cole. No quiero que después lleguen a una actividad extraescolar obligados y sin ganas. Me niego a que esto siga así, hay que primar su disfrute. Quiero que se vayan a casa con una sonrisa», apunta.

Y es que, aunque pueda dar algo de miedo por ser tan rocoso, el lenguaje musical es tan apasionante como importante. «Para mí el musical es un lenguaje fundamental, porque lo puedes hablar en cualquier parte», dice Sobral. Es firme defensor de que se puede llegar a los mismos sitios a través de métodos más lúdicos y cercanos.

El problema viene cuando se percibe la música como una imposición. Una actividad extraescolar a la que los niños acuden sin ganas. «Al obligarlos a venir, muchas veces lo que hacemos es apartar a los niños de estas actividades. Hay que conseguir que sean ellos los que se acerquen y prueben varios instrumentos hasta encontrar uno que de verdad les guste. Porque también es fundamental que conozcan el mayor número posible de instrumentos», argumenta.

En ocasiones, el gran enemigo de la diversión es la ambición desproporcionada. Por eso, Sobral afronta su labor con serenidad y pies en tierra. «No busco hacer un Mozart ni un Beethoven. Quiero que los alumnos disfruten y se evadan de sus problemas a través de mis clases», señala.

Una de las razones por las que no ceja en su empeño de reinventar el magisterio musical es porque es un ferviente defensor de los muchos beneficios que tienen estas actividades en el desarrollo de la infancia. Al menos, eso es lo que le ha demostrado la experiencia. «Emocionalmente, los niños que acuden a estas clases y hacen cosas en grupo suelen volverse más abiertos, activos y extrovertidos. Es algo que les ayuda a relacionarse con los demás», perfila Sobral.

Pero no todo el esfuerzo lo tiene que hacer el enseñado. El profesor tiene una responsabilidad igual o mayor de encontrar la vía más rápida y efectiva de transmitir sus conocimientos. Contrario al inmovilismo y a los dogmas, Sobral confía en el pensamiento lateral. En buscar atajos y nuevos caminos: «Me parece genial que a los profesores se nos exija que nos reinventemos».

Porque el suyo es un trabajo que, si se hace bien, acaba siendo bidireccional, y el que lo ejerce acaba aprendiendo casi tanto como enseñando. Lo primordial es tener vocación y ánimo de cambiar las cosas y de ser una figura accesible en la que los pequeños y los jóvenes puedan confiar. Esa es la gran cruzada de este batería-profesor (o de este profesor-batería). Y no es el único campo en el que persigue estos objetivos, pues también escribe libros infantiles. Una carrera guiada por la pedagogía y la vocación.