Marta Ojea, poetisa: «Escribir tiene un poder curativo»

Adriana quesada / m. x. b. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Sainza Pardal

La lucense, que desde hace años está afincada en A Pobra do Caramiñal, debuta en el mundo literario con el libro «Telegramas en cuarentena»

07 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Marta Ojea (Lugo, 1978) debutó el pasado mes de mayo en el ámbito de la literatura. Se estrenó con Telegramas en cuarentena. Este poemario breve recoge sus experiencias de introspección llevadas a cabo durante la cuarentena provocada por el coronavirus, un tiempo que para ella fue «causante de una gran desorientación porque, de repente, ya no podías hacer tu vida como solías hacerla».

A pesar de que comenzó a escribir con 13 años, cuando sus padres le dieron un diario que llenar con sus pensamientos, no fue hasta mucho después cuando se atrevió a publicar parte de sus reflexiones en un blog: «Escribía cosas que no me atrevía a contar a nadie y siempre en secreto, por eso me daba tanto miedo compartirlas». Para ella, esta actividad es una terapia, una forma de expresar lo que piensa y siente. Está segura de que «escribir tiene un poder curativo; las palabras son capaces de ponerle nombre a las emociones y a veces es lo que uno necesita».

«Cuando empecé no era consciente de que iba a ser un libro», asegura Marta. Durante la cuarentena comenzó a escribir pequeños textos que compartía en Instagram acompañados de una imagen y no fue hasta después de dos años que se planteó convertirlos en un libro y empezar a mandarlos a editoriales. Fue así como sus poemas cayeron en manos de la editorial Cuadrante, la cual le brindó la oportunidad de publicar su primer libro, «que también va con la ilusión de quien se inicia en este mundillo».

El volumen está dividido en días, un total de sesenta, en los que va plasmando sus pensamientos de forma cronológica. «Los llamé telegramas porque al principio sí que escribía poemas, pero con el paso del tiempo me fui cansando y terminaron siendo cada vez más cortos», asegura.

Escribir de forma diaria fue la forma que escogió para llevar la desorientación causada por la cuarentena: «Vivo en un apartamento de cincuenta metros cuadrados y yo sola, a veces se hacía difícil estar encerrada tanto tiempo». Es por eso que la poesía para ella no es solo un pasatiempo, sino que también es una forma de «reordenar» todo lo que lleva dentro. Asegura que tiene relatos centrados en otro tipo de historias, pero que siempre vuelve a la poesía ya que le resulta inevitable.

En su libro, Telegramas en cuarentena, puede notarse, no solo su afición a escribir, sino también a leer poesía. Esto se debe a que es una gran consumidora de poetas como Alejandra Pizarnik o Emily Dickinson, las cuales tienen influencia sobre su trabajo: «Yo creo que para la gente que me conoce es muy fácil ver mis referentes cuando me lee».

Fotopoesía

Los poemas que presenta Marta Ojea no van solos, sino que todos están acompañados por una imagen. Esto se debe principalmente a que sus piezas nacieron para ser publicadas en Instagram, por lo que al prepararlas para mandarlas a editoriales decidió mantener esta característica y sumarse al género de la fotopoesía. «Las palabras dicen mucho, pero a veces no son capaces de mostrar todo lo que uno quiere y para eso está la imagen que las acompaña», asegura. Está convencida de que entre el texto y la imagen se crea un diálogo que hace que todos los matices y detalles que no es capaz de mostrar por medio de las palabras sean más visuales para sus lectores.

Es así como Marta Ojea, una luguesa que lleva una larga temporada residiendo en A Pobra, ha creado un libro plagado de emociones, anhelos y sentimientos con los que muchas de las personas que han leído su obra se han sentido identificadas: «Al final todos hemos pasado por lo mismo durante esta cuarentena, no es extraño que muchas de las emociones que yo sentí también las sintieran otros».

Blog. A pesar de ser su primera publicación literaria, Marta ya lleva varios años compartiendo sus poemas en su blog Las nueve islas.

Referentes femeninas. En los años de instituto en los que estudió literatura solo conocía a poetas hombres, algo que cambió cuando empezó su afición a leer.