Mamá

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

03 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Bajábamos al parque en una bici con ruedines. Todo iba bien. Quitamos uno y yo era un niño muy torpe. ¡Cuántas veces me caí! Pero aprendí, tú estabas detrás, guiando la bici y tranquilizándome. Quitamos el otro ruedín, volví a caer mil veces, me llevó meses aprender; pero lo hice. Contigo, gracias a ti.

Ojalá pudiera decir que esas caídas fueron el mayor disgusto que te he dado. Tú y yo, más que nadie, sabemos que no ha sido así. Nunca quería caerme de la bici, pero lo hacía, tampoco he querido nunca hacerte daño, pero te lo he hecho. Sigo siendo un niño torpe, de cien kilos y canas en la barba.

Tú, milagro que danza al ritmo del latido del reloj atrasado de la cocina, tienes en el alma una escuela; profe Chefa, tu sonrisa es el recreo, ¡que nunca termine! Tus manos borran tristezas y, en clases de plástica, nos reconstruiste el corazón cuando yo rompí los dos aquella tarde en Madrid. Tú enciendes las amapolas, vas al súper, cocinas, rezas palabras de miel, limpias, perdonas, quieres… De niño me leías cuentos, un día te leeré yo uno a ti. En la primera página, una dedicatoria: «A mi madre», y disculpa que te descubra el argumento: una mujer y su hijo pasan por momentos malos, llega a parecer que todo está perdido, pero al final termina bien. El chico acaba aprendiendo.

Para ti, mamá, quizá para todas las madres. Tengo tantas cosas por decirte y que no te diré. Y algún amanecer me arrepentiré como todos, cuando sea tarde. Merecías algo mejor que yo: perdóname por continuar cayendo y gracias por seguir levantándome con la bici cada día, durante más de treinta años. Te quiero.