Los días malos

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

15 feb 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Llevo una temporadita mala, no levanto cabeza desde aquella tarde de enero de 1984. Soy muy mío y lie una buena zapatiesta ese día. No se imaginan ustedes lo que tiraba el médico de mí para que saliera, ¡con lo bien que estaba yo en la barriga de mi madre! Como les digo, el galeno tira que tira y yo, que me veía prematuro, intentando razonar con él: «Cinco minutitos más, por favor», «pero ¿no ve usted que tengo la glándula pineal aún en desarrollo?», «¡mire que como se vaya la luz en la incubadora y no me crezca la glándula pineal!».

Nada, ni caso, no atendía a razones ni a glándulas pineales y a eso de las 18.00 me sacó, creo recordar que gritando «¡sal ya, cabrón!». Vamos, que nací a la hora de la merienda, poco glamur para un dandi como yo, que soy de cenitas en el Telepizza. Considerando todo esto, miré al médico a los ojos, desafiante, con mi temible mirada del tigre. Se lo tomó fatal, ¡fatal!, tan mal que me dio un leñazo en el culo, sí, oigan. En tan estupefacto silencio me quedé que me dio otro gratis. Ahí me derrumbé, no pude mantener la calma y me eché a llorar con voz de contratenor.

Pues no acabó ahí la cosa, como colofón y con poca delicadeza, va y corta el nexo físico que me unía a mi madre, el cordón umbilical. Y aun menos mal que no confundió aquel interminable conducto con mi miembro viril. Hala, directo a la incubadora. Recuerdo estar allí, saboreando la amargura de ser, pensando mientras los hombres se desmenuzan entre los herrumbrosos dedos de la muerte: «¿Por qué nos pasan cosas malas a la gente buena?». Y desde ese día, todo me fue a peor.