«Mi récord lo tengo en estar más de nueve meses sin salir de la isla»

Ana Lorenzo Fernández
ANA LORENZO RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Xoán A. Soler

Julio Vilches acaba de publicar un libro en el que resume parte de los 37 años de trabajo en los que estuvo a cargo de la señal

31 dic 2017 . Actualizado a las 11:11 h.

Hasta este verano fue uno de los tres fareros que trabajaban en Sálvora, donde estuvo 37 años, una experiencia que Julio Vilches acaba de recoger en un libro «que escribí hace 11 años y no estaba pensado para publicar, pero ahora, por una serie de circunstancias, ha visto la luz». A punto de cumplir los 65, ha cambiado el paisaje isleño por una autocaravana en la que recorre España. «Ahora estoy en Galicia, pero me puedo trasladar a cualquier lugar en el momento que quiera. Es una alternativa personal, pero no es para siempre».

-Siendo valenciano, ¿cómo acabó en Sálvora?

-Más que acabar, empecé. Lo pedí yo. Fue un destino que solicité voluntariamente.

-¿Conocía la zona?

-No. Acababa de empezar en la profesión, y como teníamos que pedir algún destino y otros amigos solicitaban islas de las Rías Baixas, pues yo también pedí venir para aquí.

-Es decir, sabía que era un faro en las Rías Baixas, pero poco más.

-Sabía dos cosas: que era una isla deshabitada y que era una propiedad privada. Lo de que fuera deshabitada me gustaba, el hecho de que fuera privada no.

-¿Cómo fue su aterrizaje?

-El faro estaba en obras, había mucha niebla. Mis primeras impresiones fueron provisionales. No sabía muy bien lo que me iba a encontrar, y poco a poco me fui acostumbrando. Además, al principio solo me comprometí a estar aquí dos años, y luego podía pedir otro destino.

-Pero nunca lo hizo.

-No, estuve toda mi vida laboral en el faro de Sálvora.

-¿Cómo era el trabajo diario?

-Éramos tres fareros que nos íbamos turnando, no era que tuviéramos que estar dos a la vez, aunque muchas veces coincidíamos. El principal trabajo era cuidar de un grupo de máquinas para que no fallasen. Era un trabajo de mantenimiento y también de atención nocturna a un servicio que tiene que estar siempre funcionando, aunque teníamos alarmas y todo eso.

-¿No era muy monótono?

-Casi peor que monótono, porque siempre había algo que no funcionaba, podía ser del faro o de las máquinas domésticas, que había muchas. Y luego tenías muchas visitas, y también había pescadores y mariscadores con los que hablar. A alguien le podría parecer monótono, pero a mí no.

-¿Qué balance hace de todos estos años en Sálvora?

-Me siento bastante afortunado de haber podido trabajar en lo que me gustaba. De hecho, acabo de publicar un libro, Sálvora, diario de un farero, sobre todos estos años. Es una obra bastante autobiográfica y retrato, resumidamente, 20 años en la isla, desde 1980 hasta el 2000. 

-¿Qué cambios hubo en 20 años?

-Cambiaron muchas cosas, sobre todo que la isla dejó de ser privada y ahora forma parte del Parque Natural Illas Atlánticas. Sin embargo, el lugar en esencia no cambió, porque el paisaje permanece totalmente igual cuarenta años después.

-¿Qué cuenta en el libro?

-Todas las cosas que pasaban relacionadas con la gente, con accidentes navales, con travesías marítimas de los relevos, o como muchas veces no podían llegar a la isla los barcos de suministros.

-¿Y qué hacía?

-Pues había que esperar y espera, y la despensa se quedaba muy flaca. A veces esperábamos 15 o 20 días de invierno fácilmente.

-¿Cuánto tiempo ha estado sin salir de la isla?

-El trabajo consistía en estar en la isla día y noche. A veces un mes de forma continua, o a veces más. Mi récord lo tengo en estar más de nueve meses sin salir de la isla, pero voluntariamente, no porque no pudiera.

-¿Y qué hacía?

-Si estaba allí era porque no deseaba estar en ningún otro sitio. Cuando todo está muy bien no necesitas cambiar.

 «Mis hijas tuvieron el privilegio de tener a sus padres en sesión continua»

Durante las casi cuatro décadas que Julio Vilches estuvo en Sálvora tuvo tiempo de formar una familia con dos hijas, que crecieron sin echar nada en falta.

-¿Cómo era la vida con su familia en el faro?

-Tuve dos niñas y las crie en el faro. Una estuvo hasta los 10 años y otra hasta los 5, e iban pequeñas temporadas a un colegio en el pueblo de sus abuelos, pero siempre iban muy adelantadas para su edad. Quiero decir que en el faro aprendieron muchas cosas y mis hijas tuvieron el privilegio de tener a sus padres en sesión continua.

-¿No echaban nada en falta?

-No. Allí teníamos todo lo que necesitábamos. Ellas salían de la isla y también recibían la visita de sus primos y amigos. Procurábamos que tuvieran relación con gente de su edad.

-Ahora que ha dejado Sálvora, ¿echará de menos el faro?

-Lo cierto es que ahora está automatizado y el edificio está cerrado. Creo que es un error que las máquinas sustituyan a las personas en faros importantes o de difícil acceso. Lo que está pasando en España, pasa en algún país más, pero no es general en todo el mundo. En Portugal, los faros siguen muy cuidados y bien atendidos, no como en España.