-¿Y qué hacía?
-Pues había que esperar y espera, y la despensa se quedaba muy flaca. A veces esperábamos 15 o 20 días de invierno fácilmente.
-¿Cuánto tiempo ha estado sin salir de la isla?
-El trabajo consistía en estar en la isla día y noche. A veces un mes de forma continua, o a veces más. Mi récord lo tengo en estar más de nueve meses sin salir de la isla, pero voluntariamente, no porque no pudiera.
-¿Y qué hacía?
-Si estaba allí era porque no deseaba estar en ningún otro sitio. Cuando todo está muy bien no necesitas cambiar.
«Mis hijas tuvieron el privilegio de tener a sus padres en sesión continua»
Durante las casi cuatro décadas que Julio Vilches estuvo en Sálvora tuvo tiempo de formar una familia con dos hijas, que crecieron sin echar nada en falta.
-¿Cómo era la vida con su familia en el faro?
-Tuve dos niñas y las crie en el faro. Una estuvo hasta los 10 años y otra hasta los 5, e iban pequeñas temporadas a un colegio en el pueblo de sus abuelos, pero siempre iban muy adelantadas para su edad. Quiero decir que en el faro aprendieron muchas cosas y mis hijas tuvieron el privilegio de tener a sus padres en sesión continua.
-¿No echaban nada en falta?
-No. Allí teníamos todo lo que necesitábamos. Ellas salían de la isla y también recibían la visita de sus primos y amigos. Procurábamos que tuvieran relación con gente de su edad.
-Ahora que ha dejado Sálvora, ¿echará de menos el faro?
-Lo cierto es que ahora está automatizado y el edificio está cerrado. Creo que es un error que las máquinas sustituyan a las personas en faros importantes o de difícil acceso. Lo que está pasando en España, pasa en algún país más, pero no es general en todo el mundo. En Portugal, los faros siguen muy cuidados y bien atendidos, no como en España.