Y es que «pecunia non olet»

Antón Parada CRÓNICA

BARBANZA

27 ene 2017 . Actualizado a las 11:24 h.

¡Ah, la historia! Esa monumental hemeroteca que en incontables ocasiones nos recuerda lo predecibles que podemos llegar a ser los poseedores de la condición humana. De no ser así, las guerras mundiales no vendrían numeradas, ni habría continuas advertencias del auge del fascismo en cada crisis internacional. Y, por supuesto, tampoco se tendría que repetir a cada generación que de ella depende que el planeta no muera desangrado por el filo de la avaricia. Todavía me pregunto si serán los hijos de los hijos o los nietos de los nietos a quiénes encuentren en el escenario del crimen con ese cuchillo en la mano.

He de confesar que hasta el propietario de estas líneas, en ocasiones, le ha replicado a organizaciones animalistas o de corte medioambiental que no se unía a sus protestas, inquiriéndoles dónde estaban ellos en la huelga general. Sin embargo, yo también engroso las filas de ese terrible colectivo llamado sociedad y acostumbro a equivocarme. A veces me quita el sueño, pero luego me zambullo entre los actos de Las moscas de Sartre, y, como el humanista, acepto mi culpabilidad. En este caso, el primer paso para ello requiere un retorno al cíclico pasado.

Una de las anécdotas históricas que mejor he atesorado de extractos de conversaciones con mi padre es el diálogo atribuido al emperador Vespasiano y a su hijo Tito, que sirve de título a esta crónica. En la Roma imperial era común que de los servicios de letrinas se sacase provecho de los orines para el sector textil, ya fuese para curtir pieles o empleándolos como blanqueador de ropa. Por este motivo, se imaginarán que el progenitor no dudó en imponer impuestos a las meadas diarias. En ese contexto, el heredero le recriminó tal vileza, a lo que Vespasiano le pasó por la nariz una moneda de oro para preguntarle si le molestaba su olor. Ante la negativa, el emperador afirmó: «Sin embargo, procede de la orina».

Se preguntarán los barbanzanos qué tienen que ver los romanos con ellos. No hace tanto que la hipotética construcción de un vertedero de residuos en Lousame puso en guardia a todas las formaciones políticas y a, prácticamente, todas las asociaciones y colectivos que vieron amenazado su entorno geográfico y natural. Lo cierto es que las teclas se suceden más ligeras sabiendo que, de momento, el proyecto está paralizado y los distintos informes se están realizando con tiempo y exhaustividad. Pero es preocupante lo cerca que hemos estado de volver a acuchillar sin preguntar antes. De volver a tropezar con la piedra del atentado ambiental, desorientados por los cantos de sirena que hablan del beneficio económico y de la creación de puestos de trabajo. Y es que el dinero no huele.