Era vistoso, concurrido y tenía más de un siglo de historia, pero el desfile del ejército en A Picota parece irrecuperable
21 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Hace más de un siglo por estas fechas, los entroideiros de Arcos se afanaban en los preparativos del vistoso espectáculo con el que recorrerían buena parte de las aldeas de Mazaricos e incluso alguna de Carnota, si el tiempo lo permitía. Más de cien años de historia tiene a sus espaldas esta peculiar manifestación cultural que, según los estudiosos del tema, guarda ciertas similitudes con otro carnaval de tan reconocido prestigio como es el ourensano de Laza, declarado de interés turístico nacional.
El entruido mazaricano tiene la peculiaridad de que está formado por tres grupos de personajes: o exército dos panos, o coro dos vellos y o coro dos cegos. El ejército era el grupo mayor y principal, y el único que desfilaba con la cara descubierta. Como su propio nombre indica, llevaban los hombros y los antebrazos cubiertos por pañuelos, y la cabeza, por un vistoso sombrero adornado con plumas y pequeñas joyas. Al frente está el abanderado que anuncia en cada localidad la llegada del cortejo y que precede al general, montado a caballo. Tras él desfilaba una pareja de la Guardia Civil y el grueso del ejército.
Por su parte, los viejos, que representaban la parte cómica de la fiesta, iban con la cara cubierta y se dedicaban a cantar, a bailar y a burlarse del público. Los ciegos eran los encargados, mediante coplas y cantares satíricos, de realizar la crónica de lo sucedido durante el año y de pedir la limosna. También existía una representación de distintos oficios, como el de agricultor, médico, limpiabotas, fotógrafo o veterinario.
Pese al incalculable valor de este patrimonio cultural inmaterial, lo cierto es que en muy pocas ocasiones durante las últimas décadas, los vecinos del municipio han podido ver las representaciones protagonizadas por los entroideiros de Arcos. De hecho fue en 1993 cuando la asociación de vecinos O Souto se planteó la recuperación de una tradición que llevaba casi treinta años en el olvido.
Primera recuperación
La iniciativa les ocupó más de cuatro meses de intenso trabajo, dedicados en exclusiva a la elaboración de los trajes, la selección de los personajes y la preparación de las coreografías. Tanto esfuerzo y dedicación les supuso un reconocimiento unánime que, ni siquiera, ellos mismos esperaban. «Nunca tanta xente se viu na feira da Picota. A forma na que nos recibiron foi espectacular. Era como se a xente botase de menos ver aos entroideiros», apunta una de las personas que, por aquel entonces, formaba parte de la directiva de O Souto.
A pesar del rotundo éxito, los generales tardarían más de siete años en volver a lucir sus inmaculados trajes blancos. Las dificultades para compatibilizar los horarios del medio centenar de personas que formaban parte del cortejo hacían imposible unos carnavales que se celebraron, aunque de forma reducida, por última vez en 2006, tras un paréntesis de seis años.
Tampoco este año un toque de corneta anunció la llegada del general y de todo su ejército a Mazaricos. Nadie habla en la parroquia de Arcos, a día de hoy, de volver «a facer de pano», de componer una copla para cantar vestido de ciego o de ponerse la careta de barrendero, coger la escoba y sacar el polvo a los espectadores. Los escasos jóvenes que siguen residiendo en la parroquia prefieren destinar su tiempo libre a otras distracciones. Los veteranos, por su parte, ofrecen su apoyo pero coinciden en que no les corresponde ya liderar la organización. Los hay pesimistas que dudan incluso de que el entroido tradicional vuelva a celebrarse.