Los guardas del pósito de Pobra afrontan todo tipo de situaciones, algunas pintorescas y otras peligrosas, para preservar el marisco Hombres de uniforme en las playas, con prismáticos, todoterreno y lancha. Podría ser, en verano, la estampa de los encargados de velar por la seguridad de los bañistas en cualquier concurrido arenal. Pero no. Son los otros vigilantes, los que preservan los recursos de los que viven los mariscadores. La Cofradía de Pobra, como muchas otras, cuenta con ellos. Una profesión arriesgada en la que ocurren todo tipo de situaciones, algunas peligrosas, otras pintorescas, otras, tensas.
13 jul 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Son las once de una noche clara, con una brillante media luna. La marea está baja, y dos de los vigilantes del pósito, que prefieren no revelar su identidad por posibles acciones de los furtivos, se disponen a compartir con nosotros una noche de guardia. Primera parada en el todoterreno, O Areal. Desde la zona del instituto se divisa toda la playa, en la que reina la tranquilidad. «Eso parece, pero salta cando menos o esperas», explica uno. Los furtivos hacen también su propio espionaje e intentan conocer las rutas de los vigilantes, a qué hora salen, cuándo parten del muelle con la lancha y otros datos de interés, para ir sorteándolos. Esos son, cuentan, una modalidad, los más organizados y que suelen faenar por mar, pero los hay de toda clase y condición. «Os que nos dan a lata por terra son os de sempre, un grupo que xa temos fichado ». Algunos de ellos tienen problemas de drogadicción, y tienen en esta actividad una fuente de ingresos para poder comprar esas sustancias. Y después están los bañistas, una tropa especialmente activa en verano. Cuando son sorprendidos recogiendo almejas o berberechos, las contestaciones se parecen como gotas de agua: «A ver, home, que son para un arrociño», «Non somos daquí» o «Non sabiamos que estaba prohibido» son las frases más sobadas . Siguiente parada: Os Raposiños. Allí están apostadas sus colaboradoras en esta labor de vigilancia, las propias mariscadoras. Aunque no todas las cofradías tienen este sistema, en Pobra, las propias profesionales se turnan para ayudar a los guardas. Al fin y al cabo, defienden su pan. Su cometido es avisarles si ocurre algo. «Nosotros les recomendamos que no bajen a la playa, que nos alerten e intervenimos nosotros», apunta uno. Disuadir a algún furtivo puede resultar peligroso. Casual y fatídicamente, días después de elaborar este reportaje, uno de los vigilantes sufrió en sus propias carnes la agresión de uno de ellos. Antes de este suceso, y tras bajar al arenal de A Mercé en cuestión de segundos por un camino lleno de baches -el efecto sorpresa funciona a veces-, decía: «Ten o seu risco, nunca sabes o que che pode caer; as ameazas e os insultos son o pan de cada día, pero é así». La zona de Escarabote, donde dicen que suelen meterse en el mar con un arte llamado raño, es otro de nuestros destinos. Pero todo está bien, parece que es una noche tranquila. Última ruta, la marítima, con la lancha Punta Cabío . Aquí es más difícil sorprenderlos y cogerlos. «Os que rouban ó grande son os que andan polo mar». Pero hoy está despejado de ladrones.