El tétrico rosario de los ajustes de cuentas

m. santaló VILAGARCÍA / LA VOZ

VILANOVA DE AROUSA

VÍTOR MEJUTO

La posibilidad de que la paliza a los Charlines fuese una advertencia revive el fantasma de los crímenes por narcotráfico en las rías

15 abr 2018 . Actualizado a las 13:15 h.

Hay escenas que, por muy frecuentes que fuesen, con el paso del tiempo parecen olvidarse. La vivida el pasado miércoles en el lugar de Cálago, en Vilanova, es una de ellas: la agresión que sufrieron Manuel Charlín y su hijo Melchor en la vivienda que comparten hizo revivir unas instantáneas que no hace tanto tiempo estuvieron al orden del día y que son un coletazo más del contrabando y del tráfico de drogas. Si bien es cierto que todavía se está trabajando en esclarecer lo sucedido el pasado miércoles, la hipótesis por la que se investiga un posible ajuste de cuentas hace echar la vista atrás: a esas advertencias que, cuando salían a la luz, hacían sospechar de que algo no iba según lo planeado.

Luciano Núñez, apodado como Lucky Luciano, fue víctima de un asalto en su casa en diciembre del año 2012: le ataron y le rociaron con un líquido inflamable, provocándole quemaduras de consideración en los testículos y otras partes del cuerpo. En los interrogatorios realizados por la Guardia Civil sobre una deuda que podría haber derivado en un ajuste de cuentas, Luciano Núñez atribuyó lo sucedido a un robo. Al bodeguero, que fue trasladado a la unidad de quemados después de que sus vecinos diesen la voz de alarma, le acompañaba como precedente el haber cumplido una de las condenas más largas (trece años de prisión) interpuestas por el tribunal de la Operación Nécora. Su historia, estuvo, precisamente, ligada a la del clan de los Charlines: se adentró en el mundo del narcotráfico bajo sus órdenes.

La

malleira

a Francisco Padín

La paliza que envió al hospital al vilanovés Francisco Padín, procesado por el alijo de cocaína del San Miguel, destapó una trama de robos y asaltos vinculada con el narcotráfico. La familia al completo se llevó un buen susto: la banda interceptó a su mujer y a su hija menor cuando salían de casa para terminar accediendo a la vivienda, en la que se encontraban Padín y su suegra. Tras atar a los cuatro, tuvo lugar la agresión y el robo de varias joyas y dinero. En esta ocasión no fue un ajuste de cuentas, pero el motor sobre el que giraba red era la extorsión a personas vinculadas con el narcotráfico para evitar la interposición de denuncias. No les salió bien.

Un año oscuro

Aunque los primeros ajustes de cuentas en la comarca fechan de principios de los noventa, cuando comenzaron a sucederse hechos de lo más espeluznantes, hay un año en el que volvieron a llenar titulares. 2005. Fue entonces cuando mataron al cambadés Ramón Outeda delante de su casa: un sicario le asesinó a tiros en la puerta. Su muerte causó estupor en la villa del albariño: si bien es cierto que en su juventud se le relacionó con el contrabando, nunca se pudo demostrar que diese el salto al narcotráfico.

Ese mismo año tuvo lugar el que fue bautizado como el crimen del molino. A finales de diciembre, una mujer denunció ante la Guardia Civil la desaparición de su marido, tras reconocer que el hombre estuvo retenido y amordazado en su casa por unos desconocidos. Era la esposa de Ricardo Feijoo, que pocas horas después apareció calcinado en un molino abandonado de la parroquia de Castrelo junto al cadáver de su primo José Ángel Feijoo.

En el juicio, uno de los dos sicarios condenados, Patrice Louis, confesó la autoría de los hechos y aclaró qué había ocurrido: un ajuste de cuentas por la sustracción de media tonelada de cocaína y por una deuda de entre tres y cuatro millones de euros. Patrice Louis falleció en 2015 en la prisión gaditana en la que cumplía la pena a la que fue condenado.

Tres años después fallecía de dos tiros en la cabeza Alfonso Díaz Moñux, abogado durante un tiempo de David Pérez Lago y pareja sentimental de la narcoabogada Tania Varela. Diez años después, la única testigo del asesinato fue detenida en Sitges y enviada a prisión para cumplir la condena que tendría que haber iniciado en 2013 y que provocó su huida.

La planeadora robada

El narcotráfico trajo consigo una larga lista de ajustes de cuentas que todas las partes procuran ocultar. Cuando salen a la luz el foco siempre apunta al entorno en el que se producen y, si hay antecedentes por narcotráfico, la alarmas se disparan. Por eso no deja de ser llamativa la denuncia que Guillermo Abalo presentó en la Guardia Civil por el robo de una planeadora.

Al llegar a la vivienda que posee en la zona de Cálago, Vilanova, el narco arousano comprobó que la puerta de acceso estaba forzada y que la embarcación semirrígida dotada de dos motores de 250 caballos, valorada en unos 50.000 euros, se había esfumado del garaje. Un precio elevado, pero acorde con el nivel de vida que llevaba: se le embargaron bienes por importe de 1,7 millones de euros.

El de los Charlines es así un episodio que se suma a lista. Y que se produce en tiempos revueltos: detenciones como la de Sito Miñanco y Pérez Lago, la aparición de Tania Varela y el impacto televiso de Fariña vuelven a enfocar al narcotráfico.