La ciudad de las lavanderías

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

En Vilagarcía hay una lavandería por cada 8.000 habitantes, y en Pontevedra, una por 25.000

24 sep 2019 . Actualizado a las 21:34 h.

La religión, o sea, la necesidad de entender el todo y la nada, impulsó al hombre a escribir sus primeros textos. Así nació la literatura. Tras la religión, la guerra y los héroes fueron el siguiente motivo de inspiración: el género épico cantando las grandes hazañas de los caudillos y los guerreros. Después de la épica, la lírica, que desde los orígenes bebió de los sentimientos: esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Pero a partir de la guerra, la épica y la lírica, la literatura se hizo popular y apareció el lavadero como impulso creativo. Allí iban las muchachas con sus cestos de ropa a enjabonar, restregar, enjuagar y secar y allí se encontraban con los mozos y nacían conversaciones, requiebros, seducciones, pasiones, risas, cantos y comadreos. El lavadero como mentidero y convivencia, antecedente de las redes sociales, del chat y del me gusta.

En Galicia, además, los lavaderos tenían una belleza única. A mí me ha gustado siempre el de Vilaxoán, con sus lanchas de piedra, su verdín, su tejadillo y su misterio, escondido en un rincón, entre el campo de fútbol y el puerto, un espacio singular donde lavar era, además de cosa de mujeres, un ejercicio de libertad: solo allí se decía lo que se quería, se amaba lo que se deseaba y se reía sin que ningún marido reconviniera ni controlara.

En Vilagarcía, siguen existiendo lavaderos clásicos, de siempre, en cada parroquia y en cada lugar, lavaderos tradicionales que son incluso tema de «alta política», ya sea desde el poder municipal, prometiendo arreglos, ya sea desde la oposición, exigiendo lavaderos dignos. Galicia debe de ser el único lugar del mundo donde los lavaderos siguen siendo un arma política.

Cuando se popularizaron las lavadoras, los lavaderos perdieron parte de su gracia y se quedaron solos. De vez en cuando, aparecían por allí vecinas con edredones, pero nada comparable a los llenos de antaño. Sin embargo, en Vilagarcía, los lavaderos siempre tuvieron una clientela fiel.

No sé si este amor a las coladas colectivas es lo que ha provocado que Vilagarcía de Arousa se convierta en la ciudad de las lavanderías. En los últimos años, se han abierto hasta cinco lavanderías automáticas con autoservicio. Es decir, una por cada 8.000 habitantes. Todo un récord si comparamos con ciudades cercanas como Pontevedra, donde hay una lavandería por cada 25.000 habitantes, aunque la media bajará a 20.000 en cuanto se abra en Pasarón una nueva de la franquicia Oso Blanco.

Tu Colada, Lavalux, Oso Blanco, Auga e Xabón, La Maroma... Cinco lavanderías donde el cliente llega con su bolsa de ropa sucia, escoge la lavadora de 12 kilos, introduce la ropa, echa tres euros y en media hora tiene la colada hecha. Después, otros tres euros y en 20 minutos la secadora deja la ropa preparada para vestirla o plancharla.

Llama la atención que en Vilagarcía haya tantas lavanderías, pero en una localidad donde los lavaderos tenían tanto predicamento, es lógico que los tengan sus sucesoras, las lavanderías. Eso sí, el público de estos modernos lavaderos ya no está formado únicamente por mujeres jóvenes y mayores, los hombres también acuden a la llamada del lavado automático: desde jóvenes estudiantes de 18 hasta viudos solitarios de 88.

Es verdad que las lavanderías modernas están preparadas para que los clientes no hablen entre ellos. Tienen todo lo necesario para que sigas en tu mundo virtual mientras lavas: wifi, prensa, cargador de móviles... Pero no sé qué tiene el olor a suavizante cuando se mezcla con el olor a detergente que acaba provocando conversaciones y ayudando a establecer amistades de lavandería.

El otro día fui, como un turista más, a lavar la ropa a la lavandería de Rosalía De Castro, junto al Mercadona, y en media hora me había hecho amigo de una señora de Carril que me dio una lección sobre edredones. «Los de pluma hay que llevarlos a la tintorería porque si se lavan aquí, se apelmazan, pero los sintéticos y las mantas se lavan estupendamente en estas máquinas y salen secos», me ilustró.

Una muchacha que leía un libro y escuchaba música mientras su máquina giraba y lavaba, se interesó por la charla, mucho más divertida que ningún wasap, y nos convenció para que nos bajáramos la aplicación de la lavandería que hay junto a Fexdega. La Maroma se llama y tiene hasta tarjeta prepago con descuentos. Aunque lo que me entusiasmó fue esa App que te avisa si queda libre la lavadora de 12 kilos o si tu colada ya ha acabado y has de pasarte a retirarla.

Esto de las lavadoras de 12 kilos es uno de los problemas de las lavanderías autoservicio: solo suele haber una, pero es la más utilizada y las demás son de más capacidad, pero también de más precio y hay que estar al loro para pillarlas. Eso no pasaba en el lavadero de Vilaxoán, allí daban lo mismo 12 kilos que 40. Por lo demás, estimulan igual: el lavadero inspiró coplas y canciones de amor y la lavandería inspira pelis, cortos y series: Vis a vis, Vórtice Mortale, Paddington 2, American History X, Autoservicio de lavandería, Mi vida sin mí, Mindhunter, El Callejón, Friends, The Big Bang Theory, Juegos secretos, Mi hermosa lavandería...