Los problemas que se arrastran sobre el río Ulla

CATOIRA

MONICA IRAGO

Es el eje que vertebra el norte y el sur de la ría, tiene un tráfico intenso y una serie de deficiencias que soporta desde hace años

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No es un puente cualquiera. El viaducto interprovincial que despega en Catoira y aterriza en Rianxo -o al revés, como ustedes prefieran- es una estructura fundamental para la comunicación entre las dos orillas de la ría de Arousa. Las empresas de Barbanza lo necesitan para lanzar sus productos hacia la autopista, y los habitantes de uno y otro lado lo utilizan para poder moverse por territorios que deberían ser hermanos. Su alta densidad de tráfico -con muchos camiones yendo y viniendo por él- debería bastar para que al puente se le prestase un mínimo de atención. Pero no es así. Basta cruzarlo para ver las carencias que se arrastran sobre el río.

Si el viaje se hace de mañana, el primer problema nos entra por los oídos. El coche hace un ruido infernal cada vez que pasa sobre los peines de las juntas de dilatación del puente. En mitad del recorrido, más o menos a la altura del cartel que señala el cambio de provincia, el vehículo da un salto y el sonido se intensifica. En ese punto se encuentra la junta de dilatación principal, cuyo estado deja bastante que desear. Tanto es así, que la Diputación de A Coruña le ha colocado una suerte de chapa para cubrirla a la espera de que se ejecuten obras de mejora. Estas están anunciadas desde hace bastantes semanas por cuatro señales de fondo amarillo, colocadas en la zona de Rianxo con mucho optimismo y sujeciones que se antojan precarias dado el viento que sopla. Hay quien considera que con ellas lo que se pretende, en realidad, es conseguir que los conductores reduzcan la velocidad antes de alcanzar la mitad del puente.

El Concello de Catoira acaba de solicitar a la Diputación de Pontevedra, que es la que le toca, que acometa obras de reparación «do entorno dos peines das xuntas de dilatación». También le ha pedido que se repinten las líneas de la calzada y se repasen los puntos de luz. La necesidad de ambas actuaciones salta a la vista. Especialmente, en lo que las luces se refiere. A lo largo de todo el puente hay farolas en mal estado -una de ellas está, literalmente, tumbada sobre uno de los laterales del puente-. Por la noche el panorama es mucho más negro: buena parte de la estructura queda a oscuras debido a los fallos del alumbrado.

Y eso que el puente se ha convertido en una de las rutas preferidas por los habitantes de la zona para practicar ese sano deporte que es el caminar. Lo tienen que hacer sin la iluminación adecuada -las lámparas de la pasarela están llenas de humedad- y, en el tramo en el que el puente toca Rianxo, poniendo buen cuidado de dónde ponen los pies: la madera que recubre el suelo, se convierte con la lluvia y las hojas que caen de los eucaliptos próximos en una pista de patinaje.