Enmarcándolo todo, hasta los calzoncillos

Bea Costa
bea costa REDACCIÓN / LA VOZ

CAMBADOS

Martina Miser

Cuando abrieron, hace 38 años, era uno de los pocos establecimientos de O Salnés donde se podía poner marco a un cuadro o comprar un lienzo. Ellos han trazado las coordenadas para muchos artistas

13 nov 2021 . Actualizado a las 10:19 h.

En 1983, si se vivía en Cambados, Vilanova o Ribadumia, para comprar un lienzo o enmarcar un cuadro había que desplazarse a Vilagarcía o Pontevedra. Antonio, Ángel y Tino Chaves vieron entonces una oportunidad de negocio y así nació Coordenadas, tomando el nombre de una revista universitaria de la época. No había llegado todavía la fiebre de los «todo a cien» y mucho menos los chinos, de modo que la tienda no tenía rival. Para los artistas y los aspirantes a serlo y para los bachilleres que se estrenaban con el carboncillo era obligatorio pasarse por este establecimiento, que los más viejos del lugar siguen recordando como el antiguo salón de baile Victoria. Antonio y Ángel tiraron por otros derroteros, pero Tino y su mujer Julia decidieron seguir con las riendas de un negocio que ha pasado por varias etapas.

Por Coordenadas han transitado miles de pinturas, fotografías, espejos y manualidades, que llegan allí desnudos y salen con un traje hecho a medida. Hay un marco para todos los gustos; rústicos, minimalistas, de vivos colores o de tonos metálicos... Pero todos tienen un denominador común: la madera como materia prima. Es la marca de la casa en esta era del plástico y de producciones en serie. Con todo, pese a que la competencia que llega desde Asia es brutal, lo bueno sigue teniendo su público, según constatan nuestros protagonistas. Más cuando se trata de vestir una obra de valía económica o personal. «É unha gran responsabilidade», apunta Julia Cores, que se ha convertido en la cara visible del negocio, porque Tino trabaja más de puertas para adentro, en el taller.

Sus estanterías han guardado desde un Laxeiro a un Antonio Heredero, pasando por los Goday, Lino Silva y bocetos de Manolo Paz. Un original impone, comentan desde Coordenadas, pero no es menor el compromiso que acarrea enmarcar aquella foto en blanco y negro rescatada del álbum familiar, un retrato para regalar o el óleo que rememora aquella luna de miel irrepetible.

En otras ocasiones, pocas, también llegan encargos más prosaicos como pueden ser unos calzoncillos. Sí, como lo leen. Julia no daba crédito cuando le pusieron sobre el mostrador una prenda que se supone tan íntima pidiendo que se la enmarcasen. La prudencia del buen vendedor se impone, pero sí alcanza a desvelar que los calzones se ganaron el derecho a colgar de una pared porque alguien los llevaba puestos en uno de esas victorias deportivas que se acaban celebrando corriendo por el campo en ropa interior.

Raro fue también aquello de enmarcar una cepa, así al natural, o un escorpión disecado, pero como Julia y Tino no le ponen puertas al campo, no hay encargo que se les resista. Se atreven con todo, también con artículos eróticos. Corrían los años noventa y, a falta de un sex shop cerca de casa y del gran escaparate que ofrece Internet, quien quería hacer un regalo subido de tono para una despedida de soltero o un cumpleaños entre amigos tenía que recurrir al «regalo informal» que solo se encontraba allí, en Cambados.

Los sábados era un peregrinaje continuo de clientes en busca de un pene andante o una monja a la que se le inflaban los pechos, pero aquello resultaba demasiado irreverente para las mentes más estrechas del pueblo y Coordenadas tuvo que elegir entre las picardías y los cuadernos para dibujar.

La empresa siguió evolucionando; también dejó atrás los suvenires y se especializó en enmarcación, bellas artes y manualidades, y nunca fue tan acertado optar por este camino como ha resultado serlo durante la pandemia. La obligación de quedarse en casa provocó que mucha gente descubriera o recuperara su vena artística, y eso le vino muy bien al negocio. Nunca tantos puzles tuvieron como el año pasado, entre ellos uno de quince mil piezas llegado desde O Grove que necesitó un marco de tres por dos metros. Pese a las restricciones de movilidad los encargos nunca cesaron y ellos tampoco pararon de trabajar. «A xente respondeu ao cen por cen».

Y entre marco y marco, Tino todavía encontraba tiempo para salir al balcón con su guitarra y amplificadores y amenizarle a los vecinos la sesión vermú y los aplausos de las ocho. Este artesano de la madera toca y canta, de hecho trabajó durante muchos años en el sector de las orquestas. Dejó los escenarios en 2018 sin imaginarse que un virus llamado covid iba a inspirarle de nuevo para grabar sus propios temas, como tampoco podía pensar que algún día le compondría una canción a Merchi Álvarez celebrando que se fue a Corea a recibir el deseado tratamiento para su atrofia muscular espinal. Sus hijos han tomado el relevo en esto de la música, pero Coordenadas se queda sin reemplazo.

En el 2025 Tino espera poder jubilarse y entonces se verá que ocurre con esta mítica tienda donde rezuman olores de madera y pintura y se guarda en algún rincón aquella anduriña que pintó Juan Pardo cuando los visitó hace muchos años.