El alcalde del Puerto y el del Concello

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

AROUSA

Martina Miser

Vilagarcía vivía en bicefalia política hasta que Tourís y Varela acabaron con ella

14 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Vilagarcía era una ciudad bicéfala con un alcalde en el puerto y otro en el Ayuntamiento, pero desde que, en noviembre de 2020, Xosé Manuel Cores Tourís fue nombrado presidente de la Autoridad Portuaria, la bicefalia ha dado paso a la colaboración. Se nota que Tourís no está en las peleas vilagarcianas y pasa de ver quién hace más y mejor. Su objetivo es la buena gestión, no presentarse a la alcaldía de la ciudad.

Pero no siempre fue así. En los tiempos gloriosos de Celso Callón en el puerto y Rivera Mallo en el Ayuntamiento, saltaban chispas bicefálicas y Callón, que aspiraba íntimamente a la alcaldía de Vilagarcía, se desesperaba cuando alguien creía que el llamado Parque del Centenario había sido una obra municipal y no una consecución portuaria.

La disputa llegaba al extremo de que, cuando se instaló la verja que separaba las instalaciones portuarias del resto de la ciudad, se habló de un nuevo muro de Berlín o de muro de la vergüenza, cuando era lógico y necesario que se colocara una verja para prevenir los peligros de un puerto que crecía sin parar. No parecía de recibo que los vilagarcianos pasearan entre grúas trabajando y contenedores volando.

El espacio de la Autoridad Portuaria ha tenido desde siempre un estigma fundamental para entender la historia de Vilagarcía. Era y es el terreno que la ciudad le robó al océano y por esa razón, Vilagarcía se cerró al mar, vivió de espaldas a él y se fue fomentando en el imaginario colectivo local el ansia de acercarse al mar, de ver el mar, de abrirse al mar, de recuperar la fachada marítima y la playa porque en esa recuperación estaba implícita la memoria, la nostalgia, la Vilagarcía de ayer, la Perla de Arousa a la que llegaban, por mar, los perfumes franceses antes que a Madrid.

De ahí que, cada cuatro años, cuando se aproximan las elecciones municipales, retorna el gran tema político local: el mar. Cuando un vilagarciano se mete en política, en su partido le hacen pasar por una sesión de hipnosis en la que escucha, como una letanía, la consigna fundamental para triunfar como aspirante a concejal. «Abrirás Vilagarcía al mar… Abrirás Vilagarcía al mar… Abrirás Vilagarcía al mar…», resuena la salmodia como si saliera de una caracola hasta que los líderes consideran que el aspirante está suficientemente mentalizado sobre este primer concepto: «Abrir Vilagarcía al mar», que deberá repetir en cuanto debate público protagonice y en todas sus intervenciones en redes sociales y medios de comunicación.

Asimilado este mantra, llega el segundo: «Recuperarás la fachada marítima, recuperarás la fachada marítima, recuperarás la fachada marítima…». Solo cuando el aspirante tenga asumidos estos dos conceptos podrá ser candidato. En fin… Llevamos medio siglo abriendo Vilagarcía al mar y mucho me temo que, bastante antes de que nos abramos definitivamente, llegue el mar, entre en Vilagarcía y nos coma, vengándose de la barbaridad que hicimos robándole su territorio.

Lo de recuperar la fachada marítima y abrir la ciudad al mar era algo que ya se proponía en las campañas municipales de los años 80. Desde entonces, no hemos dejado de abrirnos, aunque habíamos usurpado tanto terreno al mar que la recuperación y la apertura se han convertido en empeño de titanes.

En realidad, todo esto de abrir y recuperar no es otra cosa que ver. Es decir, lo que tenemos es un poderoso anhelo de mar, deseamos verlo, simplemente. Recuperar para ver a la espera de que el mar venga a recuperar lo suyo, lo que le arrebatamos a partir de la iglesia. Porque vendrá, de eso podemos estar seguros, ya se encargará el cambio climático de traerlo sin necesidad de campañas políticas ni zarandajas.

Los terrenos de la Autoridad Portuaria eran lo primero que conocían los niños gallegos en los años 70. Los baby boomers venían por primera vez a Vilagarcía para visitar Fexdega con sus padres y paseaban por aquellos terrenos robados al mar en los que se levantaban naves y galpones que lucían mucho a finales de junio y el resto del año servían para cualquier cosa. Desaparecieron un día las naves al tiempo que desaparecía Fexdega y se dignificó el espacio, antes portuario, con parque, locales de hostelería, cines y auditorio. Pero quedaba el muelle de Ferrazo como recuerdo de un pasado que ahora procuramos olvidar. ¡Qué historias tan rocambolescas protagonizaron esas naves en tiempos de Pablo Vioque! Pero ya ven, todo llega y también ese muelle formará parte de la recuperación y la apertura de Vilagarcía al mar. Eso sí, el tema reaparece en campaña electoral, que es cuando resucitan los eslóganes y cuando los políticos aplicados repiten los conceptos que emocionan a los votantes y el mar, aquí, emociona mucho.

En este caso, el PSOE apuesta por instalar piscinas de agua salada donde un día Celso Callón se entusiasmó anunciando la llegada de los barcos Roll On, Roll Off, que nadie sabía qué demonios era, pero que sonaba impresionante. El Partido Popular apuesta por un auditorio. Los socialistas hacen hincapié en el agua salada, el paseo, el mar, en suma. Los populares apuestan por la cultura y el espectáculo. Pero lo realmente importante es que nos seguimos acercando al mar gracias a que Ayuntamiento y Puerto colaboran. Porque sin bicefalia se vive mejor.