Para comer pulpo hay que purificarse

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Un rito que revive cada año junto al Umia en las romerías de Santa Marta y San Simón

17 jul 2022 . Actualizado a las 12:44 h.

Desde hace un lustro, más o menos, se puede comprar pulpo en toda España y a un precio razonable. Es más, al paso que vamos, acabará siendo más cara la sandía que el pulpo. El problema del pulpo que se compra en Albacete o en Logroño es que no lo saben preparar bien y pierde la gracia. El pulpo, en los hogares de fuera de Galicia, se cocina siempre con patatas y acaba perdiendo su sentido porque, al final, lo sabroso son las patatas, que con el pimentón y el aceite acaban matando el sabor del pulpo. Así que acabas tomando patatas y no pulpo.

Sostengo que el único pulpo, pulpo es el pulpo á feira, que ese sí que sabe a pulpo y es un plato único. Hace 40 años, el pulpo con patatas solo se hacía en A Illa, donde se inventó y a donde íbamos a tomarlo desde Vilagarcía en la motora de Vilanova porque aún no había puente. Los bares isleños abrían a la una y tenías que encargarlo el día antes para que te lo prepararan. Solo en A Illa he tomado un pulpo con patatas saboreando los dos ingredientes del plato sin que el uno matara al otro, como sucede ahora con ese pulpo a la moda de La Mancha o de Sierra Morena, que ni es pulpo ni son patatas.El pulpo de verdad se tomaba y se sigue tomando en la fiesta de Santa Marta en Ponte Arnelas, que se celebra dentro de unos días a la orilla del Umia y es una fiesta larga porque tras festejar a Santa Marta se celebra a San Caietano al día siguiente y al otro, se ensalza a la Virxe de Lourdes con misa solemne y procesión. Pero dejemos a los santos y sigamos con el pulpo, con las rosquillas, con el pan de Cea y los pasodobles de verbena de esta fiesta enxebre y auténtica que tiene lugar en los aledaños del puente sobre el Umia en Ponte Arnelas. Aunque no tiene tanta fama como otras, el festejo es muy popular en la comarca y se nota en el gran número de pulpeiras. He llegado a contar una docena y el éxito es tal que algunas traen hasta cuatro calderos gigantes para cocer el animal y despachar sin parar.

Hay que saber ir a Santa Marta, a San Caietano y a la Virxe de Lourdes, conocer el rito de aparcar en el arcén de la carretera si se llega pronto y hay sitio, ir hasta la parte norte del puente, la que queda más cerca de Vilagarcía, y comprar el plato de madera y la ración de pulpo. Hay que hacerse también con una bolla de pan y con una cunca de vino de Barrantes. Después, se busca acomodo en alguna de las mesas corridas situadas junto al río, y a comer pulpo de verdad, unas raciones que compiten con las de la Festa de San Simón, otra romería de carretera, pero de carretera nacional, la que lleva a Pontevedra.

Para San Simón queda mucho porque se celebra en octubre, pero es otra de las grandes celebraciones en las que el pulpo á feira es santo y seña. Tiene en común con la de Santa Marta que se celebra también a orillas del Umia, pero río arriba. Antiguamente, era una feria agrícola donde se vendían zocos, cestas de bimbio, fouciños y ropas para el campo. Es la última fiesta grande de la temporada antes de meternos en el invierno y el pulpo es la estrella: as pulpeiras de O Carballiño venían antiguamente a San Simón andando o en mulos. Sus tataranietas siguen acudiendo porque desde siempre ha sido la fiesta en la que se consume más pulpo de todo O Salnés en dura competencia con Santa Marta.

La pulpería más famosa en toda España y parte del extranjero es la Pulpería Ezequiel de Melide. Puedo presumir de haber sido el primero que le dedicó un reportaje. Después se hizo famosa por estar en pleno Camiño de Santiago. Los peregrinos la convirtieron en parada obligatoria y cuando veo sus fotos en Instagram y en Facebook no reconozco aquel lugar encantador, auténtico y con gracia, es decir, enxebre, con 20 mesas corridas de madera y una especie de altar con chimenea donde oficiaba Mercedes el rito del pulpo á feira, sin aderezos de patatas revolconas ni otros tubérculos.

Por las paredes se disponían platos de madera, aceiteras, saleros gigantes y jarras de vino. Había también un mostrador corrido y desnudo y una mesa donde se amontonaban las roscas de pan. A la entrada, había un fregadero antiguo donde los mecánicos, los camioneros y los labradores se lavaban las manos porque comer pulpo á feira es un rito al que hay enfrentarse limpio y purificado.

En el Ezequiel, en A Illa y en las romerías de San Simón y Santa Marta, después del pulpo, te ponían un café de pota, el mismo que servían en el bar O Forno de Firmistáns (Ames) o en el Aduana de Padrón, en aquellos tiempos en que el pulpo solo se comía en Galicia o en los bares gallegos de Madrid y no llevaba patatas, solo aceite de oliva, pimentón y sal gorda. Y sabía a pulpo.