Oda al arcón congelador

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la Torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

La gente ha entrado en modo pánico y está comprando comida, velas y mantas para el invierno

15 nov 2021 . Actualizado a las 12:13 h.

He vivido en varias autonomías y una cosa me ha quedado clara: no hay en España pueblo más previsor que el gallego. Aquí tenemos una cultura del autoabastecimiento y un espíritu tan prudente y desconfiado que en nuestras casas es posible encontrar de todo y si hubiera un período largo de carestía intensa, seríamos capaces de sobrevivir sin menoscabo, de resistir sin merma.

En Andalucía, el aparato de aire acondicionado es fundamental y en Burgos, sin calefactor, lo pasarás mal. En Galicia, el aparato imprescindible es el arcón congelador. ¿No se han dado cuenta de la cantidad de arcones congeladores que se ofertan en las grandes superficies y en las tiendas de electrodomésticos gallegas? Si van a Albacete o a Logroño, fíjense en la sección de arcones congeladores y se percatarán de su pobreza: con un par les basta.

Aquí, no. Nuestro amor por el arcón congelador es histórico, bueno, es una historia corta de cuarenta años, pero historia, al fin y al cabo. Si antes éramos maestros conservando en sal o con pimentón, ahora somos especialistas en prevenir el futuro a base de arcones congeladores, un aparato emblemático que debería figurar en la antología de particularidades galaicas.

Rasgo de la Galicia profunda

Ya saldrá alguna jueza o algún gracioso sentenciando que esa desconfianza es un rasgo de la Galicia profunda, pero no nos engañemos, se trata de un rasgo de la Galicia profunda, de la superficial y de la que está a mitad de camino. Aquí prevemos, prevenimos y no nos fiamos. Es algo congénito y para sobrevivir desde esa inteligente desconfianza, una de las armas más eficaces es el arcón congelador.

En estos días, asisto a escenas mitad de pánico, mitad de risa en varios lugares de España. En Madrid, en Badajoz y en Sevilla he escuchado conversaciones catastrofistas en torno al invierno que nos espera. No vamos a poder encender la luz, no va a haber gas para el calentador ni para la cocina, nos ducharemos con agua fría y de la calefacción ya podemos olvidarnos. Aunque lo peor es lo de la comida. Y no porque no haya ahora, sino porque es difícil encontrar ya arcones congeladores en Madrid, Andalucía o Extremadura y eso impide hacer acopio de alimentos frescos pensando en la hecatombe que va a llegar con el invierno.

Aquí en Galicia no tenemos ese problema porque nacemos con el arcón congelador de serie: siempre hubo uno en casa de nuestros padres y cuando nos emancipamos, nos regalaron nuestro primer arcón como antes regalaban una pluma o un juego de sábanas. ¿Pero qué va a suceder en el resto de España cuando pasen los días, llegue este invierno, que da más miedo que el de Juego de Tronos, y no haya luz, calor ni comida?

A quién culpa el pueblo

Antes de la pandemia, se hablaba de que el gobierno bolivariano-comunista resucitaría las colas del hambre. El coronavirus nos hizo olvidar esos temores porque con la pandemia ya teníamos bastante catástrofe sin que la anunciaran. Ahora vuelve el miedo y el pueblo llano culpa a los moros y a los señoritos, así, sin anestesia. Los moros, curioso gentilicio que sorprende en Europa, donde no conocen eso del moro de la morería, porque son ellos quienes enredan con el gas y los señoritos porque son ellos quienes enredan con la electricidad.

Parece ser que el miedo a esta coalición moruno-aristocrática infunde más respeto que la bolivariana-comunista porque la gente con la que he hablado en estos viajes recientes por España confesaba que estaban haciendo acopio de velas, de mantas, de comida… Esta vez, curiosamente, no estamos atesorando papel higiénico. Se ve que el pánico genera manías diferentes cada año y ahora les toca al frío, al hambre y a la oscuridad como protagonistas de nuestros temores frente a aquel oscuro objeto de pavor en que se convirtió el portarrollos vacío durante la pandemia.

No importa que analicemos el recibo de la luz y comprobemos que ha subido cinco euros como mucho. Tampoco importa que nos expliquen que el gas de Argelia llegará por el tubo marítimo de siempre y el que no pueda pasar por Marruecos, llegará en barco. Que los datos reales no nos estropeen una buena sesión de pánico universal. Este invierno, ni luz ni calor. Y punto.

Si no va a haber electricidad, es un contrasentido la pasión desatada en España por los arcones congeladores. Aunque el mayor contrasentido es entrar en estado de pánico cuando no hay razón alguna que asegure un invierno con los estantes de los supermercados vacíos, como si esto fuera Caracas o Birmingham. Ni España es Venezuela ni tenemos que soportar ningún Brexit desabastecedor.

Mujer prevenida vale por dos

Los ministros y, sobre todo, las ministras se esfuerzan en explicar todo esto del pánico, las fake news, la luz y el gas, pero en realidad no son capaces de hacerse entender, porque entre creer a tu cuñada y creer a tu ministra, siempre te parecerá más fiable tu cuñada. El problema es que es ella, la cuñada, quien más miedo te mete. Si las cuñadas fueran gallegas, se acabaría el problema. Explicarían cómo llenar un arcón congelador, aclararían que lo llevan haciendo toda la vida y demostrarían con ejemplos que no va a pasar nada, pero que mujer prevenida vale por dos, que más vale prevenir que curar y que, en definitiva, nunca choveu que non escampase.