El Cortegada da la cara contra el GDKO Ibaizabal

AROUSA

MONICA IRAGO

Las vilagarcianas perdían por solo dos puntos a falta de cuatro minutos para el final

27 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Vamos a ser francos. Si a los tres minutos de comenzar el partido pedimos voluntarios para que levantara la mano quien pensara que el Cortegada le podía discutir el partido al Ibaizabal nos hubieran ganado por amplia mayoría los que acudieron al Valle de los Caídos con muchas ganas de izarla y hasta de cantar cara al sol aunque estuviera nublado. Porque el inicio fue demoledor. Al minuto y medio el marcador era 0-7. A los tres, con 0-11, pidió Rubén Domínguez su primer tiempo muerto mientras en la grada se cruzaban apuestas sobre la diferencia final. Porque, y aquí hay que entonar el mea culpa colectivo, no creíamos en ellas.

La letona nos parecía muy grande -y lo fue durante el primer cuarto sobre todo- la americana muy buena y al Cortegada se le hacía el aro muy pequeño. Andrea sacó el cero del electrónico local a los tres minutos y medio. De su mano comenzó a espabilar el conjunto vilagarciano. A ella le tocó bailar con la más grande y, pese a pasarlo mal en el primer cuarto, fue su insistencia, su terquedad, la que tiró de la mano de sus compañeras.

Al descanso ya no llovía tanto. El huracán rubio llegado de Letonia había encontrado su réplica arousana y el marcador (33-37) lo señalaba. Andrea llevaba 11 puntos; Miscenko, 15 tras anotar 11 en el primer cuarto.

El Cortegada ya le había perdido el respeto al Ibaizabal. Sus seguidores, también. A dos puntos se colocaron las vilagarcianos al inicio del tercer cuarto (35-37), pero siempre surgía alguna visitante que rompía el encanto a base de triples. Con 42-48 y la cuarta falta de Tyra volvimos a cometer el error de dudar de ellas. Gran error de nuevo.

No tenía ganas el Cortegada de poner el punto y final al encuentro. Tenía tan pocas ganas que, a base de pelea, de lucha, de fe, volvió a acercarse al conjunto vasco. Tanto como para que pensáramos que se podría consumar el arrimón. No fue así. Ahí jugaron en contra de las locales el cansancio y el acierto. De lo primero apenas pudieron escapar las jugadoras de Rubén Domínguez, que se embarullaron en el peor momento. El tino estuvo del lado de las vascas. Dos triples consecutivos convirtieron el sueño de tener una tarde mágica en una misión imposible.

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